• En la docena trágica, aumentó exponencialmente
• La promesa presidencial: lograr la autosuficiencia
Ayer se inauguró el XIII Foro de Expectativas del Sector Agroalimentario y Pesquero 2013, que agudizó la preocupación en torno al asunto crucial de la autosuficiencia alimentaria, aún no lograda por México, solar inmenso en donde tienen que comer tres veces al día por lo menos 110 millones de personas. ¿Es un sueño guajiro, o algo que se puede lograr?
Un reciente reporte del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) revela que las importaciones mexicanas de maíz se multiplicaron por cuatro en la última década. En 2012 alcanzaron la cifra sin precedente de 2 mil 878 millones de dólares; es decir, unos 37 mil 400 millones de pesos.
El país depende cada vez más del suministro de alimentos desde el exterior. La importaciones de productos agropecuarios, desde ganado hasta lácteos; de granos a frutos y semillas, se elevaron a 12 mil 330 millones de dólares el último año, cantidad que fue más del doble del valor de las compras al exterior realizadas 10 años antes.
La compra de alimentos en mercados extranjeros, particularmente de Estados Unidos de Norteamérica, no ha parado de crecer, en un país en donde uno de cada cuatro habitantes vive del campo.
De acuerdo con cifras gubernamentales, el año 2012 la economía mexicana pagó 2 mil 878 millones de dólares para importar maíz, y maíz amarillo, que en sus países de origen se emplea en la alimentación para los animales y que en México se ha convertido en el alimento fundamental de millones de personas. El valor de esas importaciones multiplicó por cuatro la cifra que se registraba 10 años antes, que era de 644.3 millones de dólares.
El frijol se encuentra en una situación similar, pues el 2012 se compraron toneladas por 266 millones de dólares, mientras que en 2002 la erogación por la compra de ese alimento, que acompañado de la tortilla de maíz es un elemento indispensable en la dieta del mexicano, fue por 65.3 millones de dólares.
Dejémoslo ahí. Maíz y frijol.
La liga está muy tensa. El gobierno de Peña Nieto tuvo que poner en operación una campaña contra el hambre ante el hambre ancestral de millones de mexicanos. La Secretaría de Desarrollo Social, que conduce (¿izquierdista o priísta?) Rosario Robles Berlanga, calcula, en base a los estudios del Coneval (Consejo Nacional de Evaluación), 7.500,000 hambrientos que sobreviven en condiciones deplorables a lo largo y ancho de la república mexicana.
El secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, Enrique Martínez y Martínez, interpelado por un reportero, luego de inaugurar el XIII Foro mencionado al principio de este espacio, afirmó: “Es algo que se puede lograr. No diría autosuficiencia El término es seguridad alimentaria”. Y Análisis a Fondo diría “Soberanía alimentaria.”
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) dice que un país podría hablar de que tiene seguridad alimentaria, cuando produzca el 75 por ciento de los productos que consume. México sólo produce, en estos momentos en que está usted haciéndonos el favor de leer esta columna, el 57 por ciento. El resto tiene que ser comprado en el exterior, en Estados Unidos, en África, entre otros.
El objetivo del gobierno de Peña Nieto, en los seis años en que estará al frente del poder ejecutivo, es llegar exactamente al 75 por ciento, para ser un país que tenga seguridad alimentaria para sus habitantes.
Pero las broncas son muy fuertes, muy difíciles de parar, sobre todo en una geografía como la mexicana que no es muy bonancible para que cualquier secretario de agricultura aspire a ser “el mejor secretario de agricultura”, si no llueve.
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