* Los ojos de los niños armados son la respuesta a las promesas políticas de la 4T. Los niños primero, pero bien muertos
Gregorio Ortega Molina
La violencia imprime amargamente su acción sobre la sociedad, sobre todo por su virulencia, los rastros de sangre, el destrozo de vidas y viviendas, las economías quebradas, el futuro incierto. Pero hay más.
La peor violencia, la que de verdad mata al futuro, está registrada en los rostros de los niños, en esos ojos cargados de miedo e incertidumbre, en manos infantiles portadoras de armas para adultos, en pies descalzos, pantalones harapientos, nalgas mal limpiadas, en ese pavor a morir antes de siquiera haber iniciado su vida.
No me importa que el contra argumento hable de una impostura, que quieran hacer creer que es sabotaje o complot en contra de la 4T, porque a luces se nota que lo único cierto de esas imágenes que llenaron los medios de difusión, las redes sociales, indican lo grave de la situación, vacío de Estado, abandono de la responsabilidad inicial, primaria, que da razón y esencia a la idea de Constitución y buen gobierno: la preservación de la vida de los ciudadanos. Contienen la migración, pero son incapaces de detener la ola de crímenes violentos, cometidos de una y mil formas imaginables. Hay sevicia como manera de matar el tiempo.
Estuve en Chilapa, Guerrero, en 1994 y 1995, llevado por mi amigo Hugo Arce Norato. Le pedí que me organizara la visita por dos razones. Donato Miranda Fonseca, quien fuera secretario de la Presidencia de la República entre 1958 y 1964, obsequió a mi madre un vestido bordado a mano en fondo negro, una verdadera obra de arte. Mi esposa se lo solicitó prestado para llevarlo a las cenas en Palacio Nacional convocadas por Luis Echeverría Álvarez, para agasajar a mandatarios extranjeros. María Esther Zuno lo codició, le solicitó a mi esposa que se lo obsequiara, a lo que siempre le respondió que estaba imposibilitada a hacerlo, por no ser su propietaria.
La segunda razón, es que, durante los primeros años 90, se estableció una relación familiar entre los Miranda Fonseca y los Ortega Gilly. Encontré en don Donato a un hombre plácido, sabio, convertido en excelente maestro de quienes deseáramos escucharlo. Necesité, entonces, conocer Guerrero a fondo.
Pero resulta imposible, la montaña, tierra caliente, costa grande y costa chica, son zonas totalmente distintas entre ellas, por el carácter de sus habitantes, sus historias de vida y de horror, la explotación a la que tradicionalmente han sido sometidos, en la que la única vía abierta para salir al mundo y respirar, es la violencia. Los vuelos al mar no fueron modalidad de la Escuela de Mecánica de la Armada, en Argentina. Durante el sexenio de Miguel Alemán fueron práctica habitual, y el despegue se hacía en Acapulco.
Los ojos de los niños armados son la respuesta a las promesas políticas de la 4T. Los niños primero, pero bien muertos.
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@OrtegaGregorio