A lo largo de ya más de cinco décadas como lector y cuatro como escribidor he escuchado de boca de los políticos y leído de la pluma de sus acomodaticios cronistas una inagotable cantidad de terminajos con los que, quienes los dicen y quienes los escriben, pretenden estar a la moda o presumir ser ilustrados.
Del echeverriato –hoy tan de moda– recuerdo el latinajo “praxis”.
Praxis por aquí, praxis por allá. Y todo aquél que lo incluía en un discurso o, en su caso, en una nota periodística, sentía estar en boga.
Todo ello a partir de que aquél ex Presidente había sido lisonjeado con la escritura de un libro que llevaba el término en su portada y que, por supuesto, nadie o sólo muy pocos leyeron.
Vino después, ya en el lópezportillato creo, el término” problemática”. Y lo mismo: problemática de esto, problemática de aquello.
Y ya con la responsabilidad profesional de pergeñar cuartillas, como escribidor me opuse tajante a utilizarlo en mis textos. Se me imaginaba que problemática sólo quería decir colección de problemas, así como discoteca lo es de discos o biblioteca de libros. Y para no solucionarlos, claro. Sólo atesorarlos.
¡Ah, pero eso sí, no había quien no discurseara y pusiera de relieve la problemática agrícola o la problemática social o la problemática de lo que se les viniera en gana!
Ya con el arribo de los tecnócratas al poder en el delamadridato, a los mexicanos nos cayó encima una catarata de anglicismos y, claro, tecnicismos, importados sin pudor de Harvard, Yale y, entre otras, Berkeley.
Uno de los más usados fue “escenarios”.
Igual, otra vez. Terco, me resistí a utilizar el vocablo llegado a México sin cruzar por la aduana lingüística autóctona.
Imaginativo que también soy, pensaba entonces –y aún sostengo– que los escenarios se montan estupendamente en Hollywood, sí, pero todavía mejor en Broadway en el West End londinense, dadas las limitaciones de un stage de mínimas y, en el mejor de los casos, regulares dimensiones.
“Lectura” es otro de esos términos. Desde hace poco más de una década, los datos y los hechos ya no se interpretan: se leen. ¿Cómo leíste la acción de la PF en la Autopista del Sol?, preguntan. Y dan ganas de responder que ¡con faltas de ortografía!
“Macro” y “micro”, “mercados”, muchos más de cuya grafía no quiero acordarme, y las filias y fobias zedillistas –remember: globalifóbicos–, para mi gusto, cerraron el ciclo tecnocrático.
POLÍTICA MEDIÁTICA
De no ser por la introducción del mass media como única forma de dizque gobernar, las dos fallidas administraciones panistas tampoco hubiesen dejado huella en el terreno de las modas innovadoras del slang dizque político.
Fox, por ejemplo, hizo política mediática. Y habló de ella. Y sus apologetas de entonces –que hoy son sus “apolojetes”– se lo festejaban y hoy, claro, lo critican.
Calderón por su parte… mmm… Calderón… No, él sólo hablaba de muertos, armas, violencia, drogas, nada novedoso pero que, por supuesto, tuvo su moda sexenal.
Nada, pues, como para escribir a casa en el caso de los del partido que lleva los colores de la Virgen María.
Pero, eso sí, coincidiendo con el regreso del PRI a Los Pinos, aterrizó en discursos, sesudas columnas políticas y comentarios de radio y televisión un nuevo terminajo.
Les presento, señoras y señores, a la palabra muy de moda: “narrativa”. Véanla bien luciendo sus cuatro sílabas. Conózcanla. Aprécienla mientras no alcancen a hartarse de ella.
Narrativa, como la escuchado, nada tiene que ver con la novela, aunque a veces sí mucho con el cuento.
Nada, tampoco, con los grandes narradores de la literatura. Ésta, presuntuosa y todo, sirve apenas para los recuentos y comparativos de muertos, acciones violentas y hechos deleznables heredados por el maldecido calderonato a la actual administración.
¿Cuáles son los terminajos que, además de narrativa, estarán de moda en el peñismo?
¿Y después?
Índice Flamígero: Interprete usted “la narrativa” del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio, en torno a la disminución de la violencia y los comparativos con el pasado, cual una de varias respuestas a los calderonistas que intentan frenar y/o modificar la reforma en materia de telecomunicaciones en el Senado, donde Emilio Gamboa está no’más de adorno.
— gracias Don, por la narrativa del los escenarios de la problematica macro, atendida desde cerebros micro.