Mariano Moreno Santa Rosa
En un tramo rocoso de la carretera frente al poblado llamado La Tuna, Andrés Manuel López Obrador se baja de su camioneta, camina unos metros y se acerca a un vehículo en donde se encuentra la señora María Consuelo Loera, madre del narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán. Te saludo, no te bajes, le dice López Obrador, estrechándole la mano. Alrededor de ellos hay muchachos observando el encuentro, algunos lo graban con sus celulares. También hay fotógrafos, camionetas estacionadas y gente de la comitiva de Presidencia y del gobierno del estado de Sinaloa. Ya recibí tu carta, dice el Presidente, sí, sí, ya recibí tu carta. Se despiden alzando la mano. López Obrador camina hacia su camioneta y es interceptado por José Luis González Meza, abogado de Joaquín Guzmán en México. El abogado lo agarra primero del brazo y luego del hombro. Le comenta a López Obrador algo que solo fue audible para quienes estaban cerca de ellos, y se separan en la puerta del vehículo. López Obrador sube a su camioneta y continúa su recorrido por la carretera en construcción.
El saludo apenas duró quince segundos. Corta cantidad de tiempo que bastó para que críticos, opositores, enemigos de López Obrador, la perfectísima oposición, afirmaran desde su púlpito sagrado que el Presidente de México no solo tiene nexos con el narcotráfico sino que además es empleado de los grupos criminales.
Tal vez sean los estragos del encierro, el odio eterno a López Obrador, la desidia intelectual, las simples ganas de joder o todo eso junto. Si no, no me explicaría el hecho de que, realmente, más allá de la duda razonable, haya quienes crean que el breve saludo de AMLO a la madre de El Chapo Guzmán signifique subordinación y obediencia a los capos de Sinaloa. Algo está mal cuando la gente inteligente cree, comparte y afirma ridiculeces.
¡Traidor a la patria! ¡López fue a rendirle homenaje a la madre de su mero patrón! ¡A quedar bien con los jefes que los pusieron en la presidencia! Usando la frase hecha de que en política no existen casualidades, exclaman que AMLO visitó esa zona del Triángulo Dorado para festejar el cumpleaños de Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo, para cantarle Las mañanitas y romper la piñata juntos. Ninguna supervisión de carreteras, AMLO estuvo en Badiraguato solamente para “reunirse” con la madre de El Chapo Guzmán. Pero lo peor es la carta. ¡Tienen una relación epistolar! ¡Qué barbaridades se dirán en esa carta! ¡Claro! Ahí, en ese papelito, está la prueba de su complicidad. ¿Qué no es obvio? Para qué investigar, si nuestras deducciones son mejores que las de Sherlock Holmes.
Brotaron los lectores de lenguaje corporal que dedujeron sometimiento, complicidad, negocios mutuos. Bendita abundancia de expertos que desenmascaran las oscuras intenciones de López. Como se le arruinó la rifa del avión presidencial, seguro que fue a esos rumbos repletos de maldad a buscar fondos. Claro, ¿qué no saben que toda la yerba podrida del país crece únicamente en esa llamada cuna del narco? En ningún otro lugar se da eso, solo ahí. A mí no me engañan. Bastantes youtubers coinciden conmigo como para que se me considere ignorante. López está negociando con el narco, a plena luz del día, con tantos testigos y fotógrafos. Al menos los otros pactaban en la tenebra, pero este López es peor porque vean lo descarado que es. Lo hace frente a todos y nosotros, seres de luz, no vibramos alto con ese tipo de cosas.
Genaro García Luna está preso en Nueva York, acusado de recibir sobornos millonarios del cártel de Sinaloa. García Luna, por cierto, fue secretario de seguridad pública durante todo el sexenio de Felipe Calderón. El ex presidente dice que él no supo nada, que cada quién es responsable de sus acciones. Para ellos, la presunción de inocencia, el debido proceso. García Luna ofrece dos millones de dólares para llevar su juicio en libertad, pero eso no es sospechoso de algo turbio. Con AMLO basta el breve saludo a una señora nonagenaria para gritar la alharaca de que él está al servicio del narcotráfico.
A lo largo de su carrera política, a López Obrador se le ha acusado de casi todo. Con esto no quiero decir que el personaje sea infalible ni perfecto. Claro que se puede estar en desacuerdo con sus decisiones de gobierno, algunas inexplicables y decepcionantes; con el rumbo de su gestión, con su frialdad hacia las causas que no son las de su agenda e incluso con su renuencia a untarse gel antibacterial en las manos. Yo fui crítico con el operativo que buscó detener a Ovidio Guzmán y que desató el terror en Culiacán. El problema es la mentira, la manipulación, la calumnia. No es algo nuevo. A López Obrador lo han culpado de asesinar a su hermano, de querer expropiar las grandes empresas del país, de buscar albergar familias pobres en las casas de gente más privilegiada. También buscaron culparlo de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, del accidente de helicóptero en el cual fallecieron Martha Erika Alonso y Rafael Moreno Valle, entre otros pasajeros y tripulación ¿Cómo no lo iban a acusar de tener nexos con el cártel de Sinaloa a raíz del saludo a la madre de El Chapo?
Peor aún. En medio de una crisis sanitaria sin precedentes, el país cercano a una crisis económica inevitable, los opositores al Presidente se jactan de que, ahora sí, es el momento de su caída. Llevan repitiendo ese anhelo más de doce años pero no importa, ellos creen que ha llegado el fin de su sexenio.
Si lo pecados de los padres no debieran ser hereditarios a los hijos, ¿los padres tendrían que pagar por los crímenes de su descendencia? Joaquín Guzmán es corresponsable de la crisis de violencia maldita que hay en México. ¿También vamos a culpar a su madre por ello? ¿A quién ha matado esa señora? ¿Cuántos muertos nos debe? ¿Cuántas órdenes de captura hay sobre ella? María Consuelo Loera tiene 92 años de edad. Quiere ver a su hijo por última vez antes de morir. Nadie va a liberar a Joaquín Guzmán, no se le construirá otro túnel en su celda, tampoco se le regresará a México. El Chapo morirá en una cárcel en Estados Unidos y a su madre le quedan pocos años de vida. La mezquindad en los tiempos del coronavirus.
* Mariano Moreno (Coatzacoalcos, Veracruz, 1991). Egresado de Comunicación por la Universidad Iberoamericana. Cursó la maestría en Escritura Creativa en Español en la Universidad de Nueva York (NYU). Es becario del FONCA 2019 – 2020 en la categoría de Letras. Durante su estancia en Nueva York fue corresponsal de Noticias MVS y cubrió el juicio contra Joaquín “El Chapo” Guzmán. Ha trabajado como redactor de televisión en Milenio Tv, en los programas En 15 y Política Cero. Sus textos aparecen en los periódicos veracruzanos Diario Imagen y Diario del Istmo; y también en los portales digitales SDP Noticias y Revista Malinche.