* La otra vertiente del miedo es la que abrasa a quienes han de tomar decisiones políticamente correctas por razones moralmente impropias, inadecuadas, desproporcionadas, porque así lo exige la economía
Gregorio Ortega Molina
Javier Marías lo describe puntualmente en varias de sus novelas, pero magistralmente en la trilogía Tu rostro mañana: duermes tranquilo cuando es otro el que muere en tu lugar; pero ¿cómo proceder cuando eres tú el que morirá en lugar del otro, y sólo por razones de edad?
Hay una lección sobre el tema en Memoria a dos voces, que transcribe la conversación entre François Mitterrand y Elie Wiesel. Ante lo inevitable, el expresidente francés le confía a su interlocutor: ya lo resolví filosóficamente.
Unos lo hacemos muy temprano, otros lo posponen hasta verse arrinconados por lo que no comprenden: la muerte. Es ahora que caigo en cuenta que el miedo y la fe, a pesar de poder considerarlos antónimos, son semejantes: se tiene o no, se le conoce o no, se teme abandonarla o no.
Como efectivamente la fe es una gracia, se hermanan en el miedo a perderla. Y ahora muchos estarán en riesgo de que eso les suceda, pues ocurre que por las consecuencias del Covid-19 los octogenarios mueran en lugar del otro, porque alguien ha de decidirlo de esa manera, como ya ocurrió en Italia y España.
Es el momento de hacernos la pregunta a la inversa. Si es cierto que los adultos mayores moriremos en lugar de otros y, de una u otra manera lo hemos resuelto -obvio no en pasividad ni con resignación, sino como una consecuencia lógica de la pérdida de valores morales y de la desestructuración de las instituciones y de la Decadencia de Occidente, en los términos descritos por Oswald Spengler-, ¿cómo lo resolverán los que por negligencia, ausencia de fuerza moral, inversión de los valores para preservar la economía por sobre los seres humanos, tendrán que tomar la decisión de dejar morir a los octogenarios?
Lo que ya ocurrió y ocurre en Italia y España y muy pronto sucederá en México, ¿puede calificarse de eugenesia masiva y legal? Sí, aunque por razones disímbolas, pero al mismo tiempo similares. Me explico.
Si a los pacientes de enfermedades terminales dolorosas y agobiantes para sus familias, se les da un pase libre con el propósito de aliviar penas y sufrimientos y, al mismo tiempo, evitar que atosiguen las dudas de la fe, en el caso que nos ocupa, se les ayudará a morir “aprisita” con el único fin de aliviar ese peso en las economías de todos tipos y calibres, pero sobre todo a la del Estado. Habrá que ver cuántas pensiones a los viejitos desaparecen del gasto gubernamental.
La otra vertiente del miedo es la que abrasa a quienes han de tomar decisiones políticamente correctas por razones moralmente impropias, inadecuadas, desproporcionadas, porque así lo exige la economía.
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