fcoCon un abrazo solidario para Arturo Montiel Rojas
De la cocina a la política electoral… y al terrorismo. Cacerolas y ollas de presión –u ollas exprés, como las conocemos en México– han sido esta semana las protagonistas de noticias procedentes de Caracas, Venezuela, y de Boston, en los Estados Unidos.
En la capital bolivariana, nutridos grupos de venezolanos hacen sonar sus cacerolas en respuesta a la convocatoria del líder Henrique Capriles, el aspirante presidencial de la oposición para los comicios del pasado domingo, quien llamó a sus seguidores a protestar de forma pacífica contra la proclamación del oficialista Nicolás Maduro como ganador de esas elecciones.
En la principal ciudad de Massachusetts, de otra parte, el FBI ha externado su certeza de que las bombas que explotaron cerca de la meta del maratón de Boston estaban hechas con ollas de presión de seis litros y ocultas en bolsas de lona, además de que contenían pólvora como explosivo y esferas de rodamiento y clavos como metralla adicional.
Literalmente, la política –disidente– se metió ¡hasta la cocina!
El primer registro de cacerolazos se dio en Chile en la década de 1970.
El presidente era entonces Salvador Allende. Sectores acomodados de Santiago mostraron su descontento con cacerolazos menores, que no trascendieron. Pero el 1 de diciembre de 1971, en el centro de la capital chilena, un grupo de mujeres nucleado en la agrupación Poder Femenino golpeó sus cacerolas y se hizo escuchar.
Al año siguiente, la banda de folklore Quilapayún compuso la canción “Las ollitas”: “La derecha tiene dos ollitas / una chiquitita, otra grandecita. / La chiquitita se la acaba de comprar, esa la usa tan sólo pa’ golpear”.
Unos años después, en la década de los 80’s, con la dictadura encabezada por Augusto Pinochet instalada en el país andino, esa forma de protesta la llevó adelante la oposición desde sus casas: fue una manera de evitar la represión física en las calles.
Hasta antes de Caracas, los cacerolazos más masivos y contundentes se dieron en Argentina en diciembre de 2001, aunque también hubo protestas de ese tipo, menores, muchos años antes. Durante la última dictadura, un grupo de mujeres se animó a protestar contra el aumento del costo de vida en la ciudad de Buenos Aires. Fue el 20 de agosto de 1982 en la Plaza de Mayo. Golpearon cacerolas, cantaron el Himno Nacional Argentino y elevaron peticiones. Las mujeres llevaban carteles que decían: “Pan y trabajo”, “Que bajen los impuestos”, “Aumento de sueldos”, “El hambre ya no se soporta”, “Los niños de las villas ya no comen carne”, “No podemos comprar pan y leche”.
DE LAS CLASES MEDIAS
Los cacerolazos –y, muy posiblemente, los estallidos de ollas de presión– son los instrumentos que, de acuerdo a especialistas, emplean las clases medias para manifestar su inconformidad. Un llamado a las autoridades para que se percaten de que esos utensilios están vacíos, de que hay hambre por carestía e incluso por escasez de alimentos.
En Caracas, hoy, no es (todavía) el hambre quien convoca, sino la sospecha de que hubo fraude en los comicios del domingo anterior. En Boston, en cambio, se adivina la locura de la que son presas muchos estadounidenses, presas de la manipulación armamentista que ha caracterizado a la nación del norte desde siempre.
Hay quienes apuntan que los cacerolazos redimen a la democracia. Que la participación popular en este tipo de manifestaciones –el demos— busca que los gobiernos –el cratos— establezca políticas que no perjudiquen y sí, por el contrario, reivindiquen a los gobernados. Son medidas correctivas.
Eso sí, no es el caso de las ollas exprés convertidas en armas mortales, donde la exasperación o la locura misma llevan a algunos a adoptar medidas extremas.
En México, para nuestra desgracia, los cacerolazos no han tenido carta de naturalización. Pero, para nuestra fortuna, tampoco lo han hecho las ollas de presión convertidas en artefactos explosivos… al menos que sepamos.
Crisis van, crisis vienen, y las clases medias no reaccionan ante el detrimento de su calidad de vida.
¿Por qué? ¿Quizá porque tenemos agua en las venas, como dicen algunos? ¿Por la influencia de los medios de comunicación que mediatizan? ¿Acaso por la conformidad que aconseja el clero que promete riquezas en la otra vida?
Averígüelo Vargas.
Índice Flamígero: El secretario de Estado del imperio, John Kerry insiste en el menosprecio a sus vecinos del sur. Su más reciente expresión, ayer, fue que Latinoamérica es “el patio trasero” de los Estados Unidos.