Por Aurelio Contreras Moreno
Tras postergarse un tanto artificialmente, finalmente el país entró a la temida fase 3 de la contingencia por Covid-19, la etapa más dura en cuanto a contagios y fallecimientos.
Y decimos que la declaratoria se postergó artificialmente porque varias de las medidas propias de la fase 3 ya se aplicaban desde por lo menos hace una semana, como la reconversión hospitalaria para habilitar espacios públicos que puedan servir para recibir y dar atención a pacientes. Por lo que ahora viene un reforzamiento más drástico del aislamiento social, que en muchas localidades ha sido desoído por la población, donde por increíble que parezca, aún persisten dudas sobre la existencia del Covid-19.
Sin embargo, sobre lo que sí existe una incertidumbre más que justificada es respecto de la capacidad de las autoridades de todos los niveles para enfrentar una emergencia para la que claramente han dado muestra de no estar a la altura moral y política que exigen las circunstancias.
Por principio de cuentas, es realmente preocupante que no exista claridad sobre la magnitud real de los contagios. Mientras el gobierno federal ofrece unos números diariamente que harían pensar que la pandemia no se ha salido de control, varios gobernadores, incluidos los del partido gobernante, ofrecen cifras discordantes e incluso algunos acusan a la Secretaría de Salud de ocultar enfermos y fallecimientos.
En Veracruz, paradójicamente, sucede lo contrario. Aquí se reportan menos casos que los informados por la autoridad a nivel federal y para justificar esa discrepancia, se recurre a pretextos inverosímiles como que se consideró en los números de los mapas interactivos de la Secretaría de Salud a los veracruzanos residentes en otras entidades, lo que a todas luces resulta absurdo. Aunque tampoco se puede esperar gran cosa de quienes están al frente del gobierno veracruzano.
Sin cifras confiables y con proyecciones de que habría que multiplicar las mismas al menos por ocho para acercarse a la realidad de los contagios, en México se agudiza una emergencia que se vuelve más profunda por la crisis económica provocada por la parálisis interna obligada y por la recesión internacional, que ha desplomado las bolsas de valores y pulverizado el precio del barril de petróleo, al grado que contrario a su costumbre, el presidente Andrés Manuel López Obrador tuvo que reconocer que esto afectará considerablemente al país.
Y mientras eso sucede, los sectores más desprotegidos de la población se ven obligados a seguir en las calles, buscando el sustento diario sin posibilidad alguna de aislamiento ni distanciamiento social, pues si se quedan en sus casas y no salen a trabajar, simplemente no comen. Pero en los hechos, son los que sufrirán más por los efectos de una enfermedad que, nos guste o no, cambiará para siempre al mundo como lo conocíamos.
Y nada hay que indique que será para bien.
Enanos políticos
En varios municipios veracruzanos se han tomado medidas para restringir e incluso impedir con la fuerza pública la entrada y salida de personas, como medida para intentar impedir una todavía mayor propagación del virus.
Pero en lugar de buscar mediar para que dichas medidas sean menos drásticas y no contravengan garantías individuales –que hasta el momento no se han suspendido, que sepamos- el secretario de Gobierno, Eric Cisneros, se dedica a golpetear políticamente a los presidentes municipales a través de amenazas estériles, pero que él cree le abonan a sus ambiciones personales.
Enanos políticos, les llaman.
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