Por: Gerardo Rivadeneyra
El lenguaje popular, rico en figuras retóricas y más expresivo cuando se sirve de analogías que cuando se ciñe al rigor de la lógica formal, ha acuñado la frase “luz al final del túnel”, que intenta sembrar esperanzas en quien o quienes enfrentan dificultades en su vivir, ser o quehacer.
Aquí y ahora, amparados en la misma licencia lingüística concedida a las figuras retóricas, hablamos de una luz al principio del túnel para poner de manifiesto la realidad de la industria maquiladora que, hoy por hoy, es la única entidad social capaz de representar una esperanza para el atribulado pueblo juarense.
Ciudad Juárez, junto con el resto del país, tiene frente a sí un oscuro túnel por el que habrá de transitar, quién sabe cuantos años, pero, a diferencia de muchos estados del país, cuenta con una luz para no iniciar el camino a oscuras: la industria maquiladora. Una luz al final del túnel es esperanzadora, pero no nos permite ver los peligros del camino… una luz al principio del túnel nos hace transitar con seguridad y esperanza fundada.
De la industria maquiladora se ha hablado mucho y en diferentes tonos. Ante los argumentos de quienes siempre han sido sus defensores y los de aquellos que, casi siempre, sin conocerla la critican, está la realidad de una entidad económica sin la cual es muy difícil concebir la economía juarense y la vida misma de la frontera en todos sus aspectos. Hoy se impone esa realidad con mayor contundencia que en cualquier otro tiempo.
Fue en la década de los sesenta del siglo pasado cuando la industria de maquila se asentó en Juárez, cambiando el destino casi siempre desfavorable y cargado de oprobio que le ofrecía el turismo de licor, juego, parranda y contrabando amparado en su circunstancia de frontera con un país rico y hedonista.
No pocas administraciones públicas de los tres niveles de gobierno llegaron a pensar que a Juárez no le quedaba otra alternativa que recoger el dinero para la subsistencia diaria de los giros negros, hasta que apareció la industria maquiladora.
De entonces a la fecha, la maquiladora ha escrito para Ciudad Juárez una historia de progreso sostenido en todos los ámbitos sociales, ofreciendo siempre una plataforma de despegue para los mejores propósitos de la mejor gente de Ciudad Juárez.
Esta plataforma tendía sus redes de atractivo futuro hasta muchos estados del centro y sur del país que veían en un trabajo en la maquiladora de Ciudad Juárez, su primer paso para una vida mejor. No sería muy aventurado decir que la maquiladora asentada en Ciudad Juárez fue la solución al problema de desempleo de todo el estado de Chihuahua y de algunos más, del resto de la república.
De la maquila vivía, y vivía bien, gente que ni cuenta se daba de ello, pues por cada trabajo abierto en esa industria nacían otros dos fuera de ella. A esto los economistas le llamaron efecto multiplicador del empleo y la maquila demostró con creces ser una gran multiplicadora en este renglón.
Más allá de todas las razones se impone, como principal fortaleza de la industria de maquila, el hecho de respaldar, resguardar e impulsar la base sobre la que se sustenta la vida de un individuo, de una familia y de una comunidad: el trabajo. Sin trabajo la vida se agota, languidece y muere.
Hoy, ante el fenómeno inédito de la pandemia por Covid 19 en la vida de la sociedad moderna, que ataca a la población en su punto vital al impedirle concurrir al trabajo, es precisamente la industria de maquila la única que tiene la estructura necesaria para mantener el empleo en condiciones que no pongan en riesgo la vida de la ciudad.
Y ya lo está haciendo, de lo cual son ejemplo claro industrias del corporativo Lear y otros grupos de igual pujanza. Hoy, cuando muchas empresas han declarado ya su cierre definitivo por la crisis del COVID, la industria de maquiladora abre espacios de contratación, segura como lo está de que sus estructuras pueden absorber con éxito el fuerte gasto que implica convertir las estaciones de trabajo y los espacios todos de la actividad laboral en lugares seguros.
Tal vez no nos hayamos dado cuenta, pero la industria de maquiladora es la única entidad productiva que no ha amenazado al gobierno ni implorado ayuda económica. Ante la condición de resistir con apoyo, que han adoptado muchas empresas, la industria de maquila, sin decirlo, está ahí para apoyar. Y tal vez está ahí como único apoyo.
Hoy nos encontramos frente a un túnel cuya travesía amenaza con ser muy difícil, la maquiladora constituye una luz que permitirá evitar los peligros del camino y llegar al final del túnel con buena fortuna.
Importa darnos cuenta de esta realidad porque, ciertamente, es un incentivo esperanzador en los días por venir, pero sobre todo, es una realidad palpable a la que tenemos que voltear a ver, entender y atender, de manera que podamos beneficiarnos de su presencia en la vida fronteriza y eliminar aquellos aspectos que pudieran lesionarla.
El llamado a una revaloración de la industria maquiladora como una luz para transitar con éxito el túnel de incertidumbre, a cuyo umbral ya nos encontramos, es para toda la sociedad, especialmente para aquellos encargados de orientarla desde la función pública, para que cuidemos que vientos adversos no amenacen esa luz de esperanza.
Una luz al final del túnel es esperanzadora, pero no nos permite ver los peligros del camino; una luz al principio del túnel nos hace transitar con seguridad y esperanza fundada. Eso es, hoy por hoy, la industria de maquila en Ciudad Juárez.