Por: Héctor Calderón Hallal
La historia de “El tragabalas” está jocosamente inmortalizada por Eulalio González “El Piporro”, en una producción dirigida por Rafael Baledón en 1966, cuando llevaba algunos años ya el declive de la llamada “Época de Oro”.
Pero la historia a la que se hace alusión en esta entrega, tiene que ver también con la suerte, como la del simpático Piporro en la cinta aquella.
Aunque también es la historia de uno de los exponentes más prolíficos de una generación de jóvenes activistas que se entregó con fervor a la militancia en la izquierda clandestina del México del último cuarto del siglo 20. De jóvenes valientes y valiosos -y hasta estudiosos muchos de ellos- que se inmolaron en el fuego abrasador de una lucha que los marcó y los confinó a transitar un sendero obtuso y escabroso, hacia las instancias de poder.
Poder al que sí llegaron casi dos décadas después e incluso juntos, muchos de los integrantes de aquel grupo de dirigentes y protagonistas que encabezaron la “Liga Comunista 23 de Septiembre” entre los años 1971 y 1983.
Una de esas historias, es la del muy serio y preparado político de origen sonorense, Jesús Zambrano Grijalva, abogado, sociólogo y con estudios truncos de físico-matemático.
Originario de Empalme, Sonora, “Chucho” Zambrano, como es apodado en la jerga política, al igual que su tocayo Jesús “Chucho” Ortega, con quien ha hecho equipo en el grupo “Nueva Izquierda”, también identificada como el grupo de “Los Chuchos”.
Estando Zambrano como “agregado revolucionario-huésped” en el muy revuelto Culiacán de 1974, resultó baleado en el rostro por un disparo cuya ojiva penetró su rostro a la altura de una mejilla y tuvo orificio de salida exactamente por la mejilla del lado opuesto de su cara, salvando así milagrosamente su vida, el entonces joven “revolucionario” Zambrano Grijalva. Era una bala proveniente de grupos de choque y provocadores del gobierno mexicano de la época.
Y por causales también estrictamente políticas, el joven Zambrano compurgó pena corporal entre 1974 y 1975, en el muy “afamado” penal de Aguaruto de la capital sinaloense, desde donde ha habido fugas artísticas y masivas, como las de los últimos años: la del administrador de “El Chapo Guzmán”, Adelmo Niebla en el 2014, una especie de preludio exacto de lo que iba a ser un año despúes la gran fuga de Guzmán Loera del penal del Altiplano, en el Estado de México y la más reciente, una fuga masiva durante el multicitado y célebre “Culiacanazo”, en octubre del año pasado.
Ya dentro de ese penal y gracias a aquel terrrible incidente, Zambrano Grijalva recibió de “camaradas” y compañeros de lucha también recluídos, el mote de “El tragabalas” de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
El “tragabalas” de la vida real, el “tragabalas” político mexicano, vuelve ahora por sus fueros, para dirigir de nuevo al agonizante Partido de la Revolución democrática (PRD), cuyos resultados al frente del mismo fueron para el olvido y cuyo principal reto en adelante será no desaparecer del espectro político nacional.
Y es que a “Los Chuchos” les endilgan el nada honroso atributo de “reventadores” de la izquierda auténtica mexicana; así los señalan con deliberación en Morena y desde el actual Gobierno Federal.
Pues vuelve Jesús Zambrano en un plan “recargado” y haciendo gala, tanto él como su grupo Nueva Izquierda (NI) que encabeza junto a su tocayo, de todas las mañas de la política a la que sobrevivieron –y fueron víctimas- del gobierno durante la “Guerra Sucia”.
Este domingo en el PRD estaba todo listo para que el joven pólitólogo Ángel Ávila Romero fuera investido como el nuevo dirigente nacional; un cuadro con mejor reputación y más juventud que la de Zambrano Grijalva.
De última hora y entre rumores de que detrás de Zambrano está la mano del gobernador michoacano, Silvano Aureoles Conejo, los “militantes” echaron abajo ese plan y se decidió misteriosamente que fuera designado de nuevo “Chucho” Zambrano, quien aceptó la sacrificada responsabilidad a cambio si… y sólo sí, se podría despachar “con la cuchara grande” en la designación de carteras del Comité Nacional. Con esto, los principales cargos se los “agandalló” Nueva Izquierda (NI).
Y vuelve “El tragabalas” en modo “reloaded”, con la “sangrita” que adquirió al avalar y haber sido integrante de aquel Consejo Rector del “Pacto por México”, donde los reflectores lo catapultaron en aquel 2013, a consolidarse como uno de los 3 próceres de la “patria mediática”… además de que las “palmaditas” de Peña Nieto no iban solas. Si no preguntémosle a Lozoya y a los legisladores beneficados de la reforma energética en ese mismo sexenio.
No se ha revelado las explicaciones que se dieron para tumbar del proyecto al jóven Ángel Ávila Romero. Algunas versiones refieren que sólo le “cuidaba el asiento” a su exjefe Jesús Zambrano, de quien fue secretario particular en el anterior período como dirigente nacional. Y otras versiones hay en el sentido que al joven aspirante le relacionan con el señalado y efímero exsecretario General de Gobierno de la Ciudad de México, Héctor Serrano, con quien trató numerosas veces temas del partido, en el tiempo en que se desempeñó al frente de la cartera de asuntos juveniles del Comité Nacional del PRD, entre 2009 y 2012. Habría tenido acercamientos con Marcelo Ebrard el Jefe de Gobierno de la época y hasta con Miguel Mancera.
En eso estriban los razonamientos que le dan para esta meteórica y sorpresiva decisión “en masa de la base militante”, que se pronunció de pronto por “Chucho” Zambrano.
Cabe destacar que la semana pasada el todavía Gobernador de Michoacán, Silvano Aureoles, afirmó que tenía la certeza de que sería candidato presidencial por el PRD en el 2024. Bueno, aclarando amanece.
Lo cierto es que no se explica, cómo se pretende construir un partido que se transforme y obtenga mejores resultados… haciendo lo mismo que en el pasado. Imponiendo arbitrariamente el peso de las mafias al interior de cada partido y sobre todo, no privilegiando el surgimiento de caras frescas, de nuevos cuadros con ideas más renovadas y con ánimo de servir desde una nueva perspectiva de lo que es el servicio público.
O… ¿Cómo se irá a construir esa oposición nueva, atractiva, proba y competitiva, que pueda responder con argumentos contundentes a un presidente que no tiene contrapesos y que ya comete excesos en sus decisiones?
Será como lo hacía “El Tragabalas” de la película: amagando con la pura fama de su pistola.
Autor: Héctor Calderón Hallal
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