Nueva Orleans celebra el Día de la Madre con baño de sangre. A las 2 horas de la tarde en el barrio de Ward; uno-dos-tres-tiradores abrieron fuego a docenas de personas inermes que marchaban en el desfile de la celebración que organiza el club social “The Original Big 7.”
El superintendente de la policía, Ronald Serpas, declaró que cuando menos hay 17 heridos, incluyendo a una menor de 10 años. Comentó, también, que solo 4 de ellos están en el quirófano. El estado del resto de los baleados no es de gravedad. Como si salir ileso de un atentado disminuyera la gravedad del mismo.
Sin afán de exhibir a las autoridades policíacas de Nueva Orleans, este nuevo suceso que empaña otro evento público, confirma la fragilidad del sistema de seguridad a todo lo largo y ancho del país.
Apenas, el 15 de abril pasado, presenciamos el acto terrorista durante el Maratón de Boston que dejo 3 muertos, una decena de mutilados y 234 heridos. El 14 de diciembre del 2012, en la escuela elemental de Sandy Hook, en Newtown Connecticut, 20 chiquillos y 6 adultos fueron asesinados por Adam Lanza un joven desorientado de 20 años.
La lista arrastra mes con mes alguna tragedia similar en cualquier ciudad del país, en las condiciones menos esperadas como la de julio 20 del 2012. En un cine de Aurora Colorado, 12 muertos, 58 heridos, el autor James Eagan Holden vestido con uniforme de tácticas militares. ¿Motivo?… ¿Mente enferma, propósito terrorista? o ¿Mas desorientación?
La indignación, fue tal, por la muerte de los menores de Sandy Hook que prendió la mecha del repudio entre la sociedad quien clamó por, “unos instantes,” el control y fabricación de armas, en particular determinados tipos de armas semiautomáticas y los magazines con capacidad de más de diez proyectiles.
El presidente Obama diligentemente tomó la estafeta y recorrió ciudades y ciudades exponiendo el dolor, los peligros que provocan las armas de fuego, bajo el compromiso de que “su administración haría lo necesario para evitar otro suceso similar”.
Los miembros del congreso de inmediato renovaron el añejo debate del control de armas con la misma energía que retoman la reforma a la ley de inmigración, y, como suele suceder en una democracia se formaron dos bandos opuestos para revisar el control de armas de fuego.
Pugnas fueron, acusaciones vinieron, la formación de comités para la revisión del galimatías que genera el control por el uso de las armas de fuego, la intervención de la poderosa asociación nacional de rifle con 4 millones de adeptos, y en fin…
Después del periodo que requiere la mente colectiva para olvidar, el caso se olvido… y colorín colorado.
El efecto que generó ese circo-político-mediático-fue un incremento del 30% en las ventas nacionales de armas de fuego, en relación al periodo anterior, para satisfacción de la belicosa, NRA, National Rifle Association.
Esperemos que el triste suceso, que hoy aqueja a Nueva Orleans, abra nuevamente el debate al control de armas con el mismo ánimo e indignación que causó Sandy Hook, barrio de blancos pudiente, en contraste, con el de Ward de clase trabajadora de color.