Palabra de Antígona
Sara Lovera*
El movimiento feminista mexicano ha dejado de ser un gueto, circunscrito a la idea patriarcal de organización de los movimientos sociales tradicionales. Las manifestaciones feministas, desde hace unos años, pero especialmente en marzo de 2020, dejaron atrás al feminismo corporativo tanto en el sector de la sociedad civil como en el de los espacios gubernamentales.
Hoy, caracterizado por nuevas expresiones de jóvenes radicales, tuvo su momento estelar en marzo del 2020, con el paro nacional 9M y movilizaciones en decenas de ciudades del país que no han cesado a lo largo del año del Covid-19. Las jóvenes pasaron de la diamantina rosa a una presencia esbozada, vestidas de negro y con tatuajes, martillo en mano.
No es ya un movimiento con agenda —antes fundamental—, sino que se ha organizado en colectivas diversas e incluyentes. Así incide en todos los espacios públicos. Hablar de ser feminista, también dejó de ser, en un amplio imaginario, una transgresión. Nadie, como se dice, con un dedo de frente, puede estar en contra de las protestas por la violencia contra las mujeres.
Se trata de una nueva identidad, distinta a los años 70, a los 90, cuando se armaron junto a agencias nacionales e internacionales las agendas, sostenidas con recursos de esas agencias, y que dio lugar al feminismo institucional, acotado y nacional e internacionalmente. Sin embargo, produjo cambios jurídicos e institucionales, y se pasó de las cuotas de representación política, pensadas como acciones afirmativas, a la paridad total.
Las jóvenes insurrectas saben bien que eso no ha significado cambios sustanciales en la vida de las mujeres ni que se llegó al fin de la discriminación y la violencia. Ahí está la discusión desde la Presidencia de la República, hasta la politiquería de todo tipo, queriendo no ver ni actuar frente a las acusaciones documentadas de un violador que busca ser gobernador de Guerrero: Félix Salgado Macedonio.
Este año de la pandemia, el movimiento demostró seguir creciendo. Desde el paro general “Un día sin nosotras”, hasta la toma de las instalaciones de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Cumple 50 días la ocupación pacífica del recinto del Congreso en Quintana Roo, aunque no es el único.
Las manifestaciones para exigir justicia por los feminicidios marcaron el 2020. Se ve a un movimiento creativo, contundente, efectivo y esperanzador. Lamentablemente, las respuestas han sido erráticas, no empáticas y claramente insensibles, a pesar de la situación para millones de mujeres confinadas, viviendo violencia en sus hogares y de las miles de asesinadas cada año.
Sin duda, los comicios de junio próximo en México se verán impactados por las demandas feministas al lado de la paridad y darán una marca indiscutible, como principales temas del proceso electoral.
La agenda está en marcha, tras la reforma constitucional sobre la paridad total, aprobada por la 64 Legislatura, en 2019. Por otro lado, las reformas que originaron la llamada Ley para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Política contra las Mujeres en Razón de Género, más las iniciativas sobre la interrupción legal del embarazo que han generado acciones en cadena, repercutirá, sin duda, en lo que se verá en el 2021 electoral. Veremos.
*Periodista, directora del portal SemMéxico.mx