* Allí están el patetismo de Donald Trump y el juego de espejos del que aspira a servirse este gobierno, que se proclama defensor de las libertades y anti represivo, aunque por la palabra proceda en sentido contrario. Nos faltan, al menos, cuatro años aciagos
Gregorio Ortega Molina
La expresión más acabada de la libertad es el libre arbitrio: puedes hacerlo todo, pero tiene un costo. El asunto es bíblico. Adán y Eva lo pagaron con la expulsión del Paraíso al transgredir la única norma a ellos impuesta.
Los seres humanos en general lo entienden y aceptan, hasta que en ello les va la vida. Algunos la conservan, otros la pierden. Aquiles supo de los límites de su libertad cuando la saeta le penetró el talón; Odiseo fue prudente… si bien Circe lo retuvo un largo tiempo, prefirió amarrarse al mástil de la nave para evitar perderse y preterir su libertad al canto de las sirenas.
Raskolnikov la encierra en su crisis de conciencia después del asesinato… allí están las frases célebres de Dostoievski en Crimen y castigo: ““Es mejor tener suerte, pero yo prefiero ser prevenido. Entonces cuando la suerte viene, uno está preparado;… La naturaleza puede ser corregida, enmendada, pues de no ser así quedaríamos sepultados bajo los prejuicios. Sin eso no habría ni un solo gran hombre”.
Más acá y dentro del concepto en que hoy la cultura y la política ubican a la libertad, resulta necesaria una relectura a fondo de Albert Camus. A mi juicio son dos las obras que nos abren las puertas de su reflexión en torno a ese enorme compromiso. Me refiero a La caída y a El hombre rebelde.
De la novela siempre evoco una de sus frases: “Jugamos a ser inmortales y, después de algunas semanas, ni siquiera sabemos si podemos llegar al día siguiente”. La pandemia de hoy, como La peste de ayer, nos obligan a considerar, siempre, el esfuerzo que ha de realizarse para despertarse todas las mañanas.
En cuanto a El hombre rebelde el reclamo, la llamada de atención es más fuerte, ajena a las sutilezas. Allí está la historia, es necesario estudiarla para comprender que, a diario, vivimos en el vórtice. Camus lo supo bien:
“Saint-Just inventó la casi seriedad que hace de la historia de los últimos dos siglos una aburrida novela negra. <<El que hace broma desde la cabeza del gobierno, dice, tiende a la tiranía>>.
“Saint-Just proclama entonces el gran principio de las tiranías del siglo XX. <<Un patriota es el que sostiene a la República en paquete; el que la combate desde el detalle es un traidor>>. Quien critica es un traidor, quien ostensiblemente no está con la República es sospechoso. Cuando la razón, ni la libre expresión de los individuos, no es suficiente para fundar sistemáticamente la unidad, es necesario decidirse a rechazar lo extranjero”.
Allí están el patetismo de Donald Trump y el juego de espejos del que aspira a servirse este gobierno, que se proclama defensor de las libertades y anti represivo, y por la sola palabra procede en sentido contrario. Nos faltan, al menos, cuatro años aciagos.
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@OrtegaGregorio