* Vivimos con pasión el cambio de régimen, la refundación de la República, que exige, demanda la restauración de la presidencia imperial, porque estos irredentos mexicanos si no se apañan con el ingreso en la nómina, se les puede aparecer el Diablo en una reposición de Huitzilac, o Ayotzinapa, o la Guerra del Paraíso, como la narró Carlos Montemayor
Gregorio Ortega Molina
¿Qué se ha modificado, para bien de todos los mexicanos, con la 4T? ¿Qué tanto ha disminuido la corrupción pecuniaria, y en cuánto ha crecido esa deformidad moral, ética, que aqueja en todos los rubros del quehacer político, del gobierno de los hombres, del tan prometido cambio de régimen?
En cuanto a las instituciones de la República, el irreprimible proceder del presidente de México es para dejar mudo a cualquiera. Los organismos autónomos, Pemex, la CFE, el sector salud, de veritas ¿son un orgullo para nuestra patria? Seamos sinceros, incluida la generación del milenio los mexicanos del siglo XX fueron instruidos y formados por el proyecto de la Revolución. También aquéllos que se hicieron en las escuelas confesionales, en las universidades de Estados Unidos, y profesionalmente maduraron en la llamada iniciativa privada.
Los hábitos culturales y sociales de las familias mexicanas tienen la impronta de los administradores públicos cuyos partidos dominaron el escenario político a partir de la ejecución de Venustiano Carranza y de los generales que se opusieron al proyecto de Álvaro Obregón. El ejercicio del poder por estos lares es cruento. Hoy inexplicablemente fallecen a balazos los defensores de derechos humanos, del medio ambiente; también concejales, alcaldes, diputados locales, o en accidentes como el que se llevó a la gobernadora de Puebla y su marido consorte, que habría sido su antecesor. O la imposición de candidatos a gobernar estados de la república, porque así lo quiere el momentáneo dueño de México.
Pienso en la imagen de esa loba que amamantó a Rómulo y Remo, y veo los rostros de todos los políticos (lo mismo los que mangonean que los que simulan ser oposición) colgados de las ubres del presupuesto, pues vivir fuera de las nóminas -oficiales o ilegales-, para muchos continúa siendo vivir en el error.
No es un asunto de clases ni ideologías. Los contratos con sobreprecio, los moches de uno y otro lado, las obras mal construidas, pero bien, muy bien pagadas… y el engaño constante para justificar cambios innecesarios y obras que no se requieren ni analizaron, la confrontación absurda con los laboratorios, cuyas consecuencias ya son graves, y ese deseo de hacer todo nuevo para amalgamar el nicho de la historia que ha de recibir su imagen, aunque el supuesto cambio fuese apuntalado por las Fuerzas Armadas, porque los cimientos fueron “colados” en bancos de arena.
Y si antes fueron los compadres o los amigotes o cómplices, hoy son los familiares y los subordinados de absoluta confianza, como se supone que lo era (¿lo es?) René Juvenal Bejarano. Nombres que no eran los usuales de las emergentes clases medias urbanas, y aparecen los “apelativos” de Francisca y Pío, de inmediato exonerados, ¡faltaba más!, porque estamos viviendo con pasión el cambio de régimen, la refundación de la República, que exige, demanda la restauración de la presidencia imperial, porque a estos irredentos mexicanos, si no se apañan con el ingreso en la nómina, se les puede aparecer el Diablo en una reposición de Huitzilac, o Ayotzinapa, o la Guerra del Paraíso, como la narró Carlos Montemayor.
De perdida y como lo solicitó el presidente de México en su conferencia matutina del lunes último, puede denunciarse -si se conoce que está en preparación algún acto violento- la agresión contra el gobierno, la autoridad; equivale a tener que descalificarse él mismo, pues el líder de la violencia verbal en esta patria es el residente oficial de Palacio Nacional.
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