Por Abelardo Martín M.
Nayeli es una enfermera que vive en Topilejo y llegó muy temprano al centro de vacunación COVID19 de la Escuela Nacional de Maestros, convertido en un prodigio de orden, de disciplina, de eficacia, solidaridad y sobre todo de prevención de la peor pandemia que azota a toda la humanidad en toda su historia.
El sol cae a plomo al filo de las 13 horas y cientos de personas (pueden ser miles) adultos mayores acuden a la Normal Superior convertida en gran e impresionante centro de vacunación.
Desde llegar a San Cosme y Avenida de los maestros, esquina de infaustos y violentos recuerdos de la masacre del 10 de junio de 1971 donde “los halcones” hicieron de las suyas al golpear a estudiantes en manifestación, impera hoy un clima de solidaridad, de atención, de ayuda.
No existe un “no se” o un “no” por respuesta, de nadie. Todos atentos, listos a orientar, a ayudar, a servir. Personal joven la gran mayoría de la secretaría de Cultura, de los servicios médicos del gobierno de la CDMX, miembros uniformados del Ejército Mexicano, de la secretaría de Salud, en fin, de muchas dependencias en coordinación perfecta para operar el diseño de una logística que evita confusión, angustia, pérdida de tiempo, desesperación de todos los “adultos mayores”, o sea personas de más de 60 años que ordenadamente siguen las recomendaciones y el orden establecido.
Vacunarse contra el COVID19 en los centros creados ex profeso para ese fin, se convirtió en una experiencia que no envidia a quienes, en las últimas 4 semanas, decidieron viajar a ciudades de Estados Unidos para prevenir la enfermedad.
El toque mexicano, si quiere hacerse alguna observación, es que quien llegó a los centros del Campo Marte o la Escuela Nacional de Maestros con su identificación que certificara edad y domicilio en las delegaciones Miguel Hidalgo y Azcapotzalco, obtuvieron la vacunación en un lapso máximo de 2 horas, tanto para el llenado del formato correspondiente para abrir el expediente médico, auxiliado también por un diligente y atento personal femenino y masculino, así como el tiempo destinado a “reposo” para detectar cualquier reacción al antídoto.
Personal de orientación, personal médico, asistentes, militares y organizadores de esta campaña son reconocidos porque están demostrando con hechos que en México la campaña de vacunación avanza y se desea rinda los resultados esperados.
No tendría porque ser de otra forma, miles y miles de los llamados “servidores de la Nación” están no sólo atentos, listos y trabajando. Como la enfermera Nayeli, quien aunque los centros se cierran a las 4 de la tarde, atienden a todos quienes estén en la fila y terminan su trabajo hasta las 17:30 horas. A esa hora a ella le falta todavía el tiempo de trayecto para llegar a su casa, con su familia, en Topilejo, con muchas estrellas en la frente, tantas como a las decenas de personas que ella y sus compañeras y compañeros aplican la vacuna Pfizer, que tanto aprecian quienes viajaron a Estados Unidos.
Esta campaña es la mejor muestra del SI SE PUEDE.
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