Por: Arq. Mario González R. Cedillo, CPP
Conocí a Luis Donaldo Colosio Murrieta durante la campaña presidencial de Miguel de la Madrid en 1981, siendo el subdirector del Centro de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (CEPES) del PRI en el D.F.; quien provenía de la SSP y recién había llegado de Pennsylvania, EUA de cursar la maestría en Desarrollo Regional y de Austria de cursar el doctorado; en ese entonces yo colaboraba en la Coordinación General de Apoyo Logístico del CEN del PRI a cargo del Gral. Bgda. DEM Carlos H. Bermúdez Dávila, Subjefe Operativo del EMP, quien a la postre se convirtió en Jefe del EMP del presidente de la República Miguel de la Madrid Hurtado.
Posterior a la toma de posesión del presidente MMH me reincorporé a BANOBRAS donde fui comisionado por el Gral. M.A. Godínez Bravo años antes; un mes después fui enviado por el Gral. Carlos H. Bermúdez Dávila, Jefe del EMP de MMH al Departamento del Distrito Federal como Coordinador de Giras y Eventos del Secretario General de Gobierno y enlace para las giras de trabajo del presidente MMH por el Distrito Federal, donde viví la amarga experiencia de los sismos del 19 y 20 de septiembre en el zócalo; suceso que marcó mi vida profesional y proclividad hacia la protección civil, la seguridad urbana y la seguridad nacional.
Seis años después, fui comisionado por el Cor. Cab. DEM Roberto Miranda Sánchez, Jefe de la Sección 2ª del EMP a la Coordinación General de Apoyo Logístico, a cargo del Gral. Bgda. DEM Arturo Cardona Marino, Subjefe Operativo del EMP (a la postre Jefe del EMP del presidente CSG) a la campaña del Lic. Carlos Salinas, donde conocí al Cor. Inf. DEM Domiro Roberto García Reyes, Jefe de la Sección 5a. del EMP.
En campaña presidencial fungí como coordinador de la estadística del candidato, siendo testigo de cientos de actos a lo largo de 9 meses, 120 mil kilómetros y tres vueltas al país, una de las más extensas y exhaustas campañas presidenciales. Su clave fue X-Aries, por su signo zodiacal; su frase de campaña: “Que hable México” de la inspiración del Lic. Enrique González Pedrero, Director Gral. del IEPES y exgobernador de Tabasco, siendo el Cor. Cab. DEM Roberto Miranda Sánchez quien me presentó al hoy presidente López Obrador quien era el presidente del CDE del PRI en Tabasco para coordinar las giras del candidato presidencial por Tabasco.
Durante el sexenio del presidente Carlos Salinas de Gortari tuve la oportunidad de saludar en varias ocasiones a Luis Donaldo como presidente del CEN del PRI durante la XIV Asamblea Nacional del PRI donde fungí como asesor del Cor. Domiro García Reyes; ya siendo Luis Donaldo Colosio secretario de Desarrollo Social (SEDESOL) ocurrió la tragedia en donde perdieron la vida varios funcionarios al estrellarse e incendiarse un helicóptero PUMA del EMP en Oaxaca durante la coordinación de una gira de trabajo; entre ellos el Gral. Bgda. DEM Pedro Bautista García, Subjefe Operativo del EMP, el Cor. Playán Cuéllar, Jefe de la Sección 3a. del EMP, el subjefe de la Secc. 4ª, el Lic. Clemente Licona, coordinador de Giras Presidenciales, el secretario particular del gobernador, pilotos, mecánicos y otras personas cuyos cadáveres quedaron calcinados e irreconocibles.
Ante las muertes del Gral. Pedro Bautista García y del Lic. Clemente Licona, el Lic. Andrés Massieu Berlanga, secretario particular del presidente CSG designó al Lic. Gustavo Rosario Torres, como coordinador de Giras Presidenciales (ésa coordinación dependía de la secretaría particular del presidente de la República); siendo designado subcoordinador de Giras Presidenciales a petición del Gral. Domiro R. García Reyes, quien fue nombrado Subjefe Operativo del EMP por el presidente de la República en sustitución del Gral. Pedro Bautista.
En esa posición, mi función me permitió relacionarme con algunos secretarios del gabinete presidencial, así como con gobernadores de los estados, secretarios generales de gobierno y presidentes municipales para la coordinación de las giras del presidente CSG; teniendo la oportunidad de tender un puente de comunicación con Luis Donaldo, pues teníamos una visión compartida acerca del desarrollo urbano y regional del país, tema que durante la coordinación de las giras casi siempre surgían comentarios sobre la escasa infraestructura en los estados para la prevención de desastres naturales y rezago en la vivienda, así como la proliferación de asentamientos humanos irregulares en torno a ciudades y municipios conurbados dando paso a los llamados “cinturones de miseria” y fomentaron la delincuencia común y organizada que hoy día padece el país.
El día anterior a su “destape” llegamos de una gira temática de vivienda por Aguascalientes y Guadalajara; al día siguiente (domingo) cuando regresaba de hacer ejercicio rumbo a la casa recibí una llamada al coche de mi esposa para decirme que el periodista Jacobo Zabludovsky estaba en la SEDESOL, pues Luis Donaldo había sido “destapado” como precandidato del PRI y lo estaba entrevistando. Al llegar a la casa traté de reportarme con el Gral. Domiro a su casa, pues era domingo y supuse estaba descansando; su esposa Socorro me dijo que lo había mandado llamar el Gral. Cardona y estaba en la subjefatura donde me comuniqué, pero su asistente me informó que estaba en la residencia oficial.
Horas después logré comunicarme a su celular y solo me dio instrucciones de vernos en el PRI a las 18:00 hs. Llegué puntual al CEN, pero no pude entrar al estacionamiento pues estaba saturado y tanto Insurgentes Norte como las calles aledañas estaban llenas de camiones que llevaron a miles de militantes y simpatizantes a la sede priista para apoyar al precandidato; me tuve que estacionar en Sanborns y cruzar a pie hacia la explanada, a donde tampoco pude entrar por el tumulto que se encontraba en el interior del PRI. El desorden era total, no había personal suficiente del PRI (supuse que por ser domingo) que controlara los accesos ni la explanada; no había vallas metálicas para la contención de la multitud; no había nada que indicara una organización, ni logística…mucho menos seguridad. No lograba identificar a personal del EMP que me permitiera pasar; aquello era una desorganización absoluta; sentí temor y un mal presagio recorrió mi cuerpo.
Ya de noche arribaron a la sede priista el Lic. Colosio, el general Domiro y los coroneles Reynaldos y Bahena sin ningún aparato de seguridad; hice contacto visual y traté de acercarme a ellos pero era imposible hacerlo en medio del maremágnum; decidí adelantarme y pedir apoyo al personal del PRI para tratar de tender una valla humana hasta el auditorio que estaba a 100 metros del acceso sobre Insurgentes Norte; fue imposible, los empujones, codazos y pisotones impidieron avanzar a Luis Donaldo; todos querían verlo, tocarlo, saludarlo, abrazarlo; ¡tardamos 40 minutos! en recorrer esos 100 m. que se me hicieron eternos. Por fin, logramos llegar empapados en sudor a las escaleras que conducían al acceso lateral del auditorio para arribar al foro, los cristales de la puerta estaban rotos, había girones de ropa y zapatos de mujer tirados, las macetas rotas, el griterío y porras ensordecedoras encendían el ambiente; ésa noche pudieron haber asesinado a Colosio sin ningún problema, quién iba a decir que ése sería su destino.
Finalmente logré acercarme al general Domiro, quien con la angustia reflejada en los ojos me ordenó que previera la salida ¡por el mismo lugar!; Colosio en esos momentos terminaba su discurso de solo unos minutos. Me dirigí hacia la salida y al llegar a las escaleras recibí un empujón de alguien que me hizo caer hasta abajo; traté de levantarme pero no pude, tenía roto el pie derecho. Tuve miedo de que la “bufalada” me pisoteara, afortunadamente el chofer de un amigo me reconoció y me llevó en su espalda hasta el coche, desde donde le hablé a mi esposa para que me esperara en el Hospital Satélite donde me fui atendido y mandaron terapia por dos meses. Jamás me incorporé a la campaña de Luis Donaldo; maldije mi mala suerte pues durante meses me había acondicionado físicamente, pero por algo Dios no lo permitió.
Sin embargo mi mala suerte cambió, pues resulté becado por la Presidencia de la República para cursar el posgrado en Administración Pública en el ITESM Campus Estado de México, el cual se llevó a cabo en las instalaciones adjuntas al Palacio Nacional a donde asistí aún con bastón; la campaña había iniciado con tropiezos en la coordinación de la logística y seguridad, pues el coordinador de la campaña el Dr. Ernesto Zedillo y su equipo de colaboradores eran neófitos en las materias; desafortunadamente hubo una indiscreción de que serían relevados por Luis Donaldo después de la Semana Santa, lo que quizá precipitó su ejecución.
Las dos ocasiones que pude ver al general García Reyes se quejaba de la falta de apoyos para garantizar la integridad física de Colosio, pues la seguridad ya no dependía directamente del general con personal militar, sino que era compartida con el grupo TUCÁN contratado por el ex policía Fernando De la Sota, sugiriéndole que tratara el tema con el general Cardona pero se negó; incluso llegué a sugerirle que renunciara, pues su otrora cordial relación con el candidato se había tornado áspera y tensa por los errores de su equipo de campaña, llegando al extremo de humillar al general públicamente, como lo relató en su libro “Domiro”.
EL EZLN Y LA CAMPAÑA QUE NO DESPEGABA
El 1° de enero de 1994 el país despertó con el surgimiento en Chiapas del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), a cargo del “subcomandante Marcos”, quien le “declaró la guerra” al Estado y tomaran por sorpresa el Cuartel General de la Región Militar enrareciendo aún más el ambiente político de la campaña, pues el Lic. Manuel Camacho Solís renunció a la Secretaría de Relaciones Exteriores para autoerigirse como “Comisionado para la Paz en Chiapas” y convertirse en interlocutor con el EZLN, a través del obispo Samuel Ruíz “Tatic”, después de su berrinche por no haber sido elegido por el presidente CSG para ser candidato del PRI. Ni, aun así, la seguridad del candidato se vio reforzada, pues Luis Donaldo se opuso desde un principio, dificultando el trabajo del general García Reyes.
En medio de la incertidumbre política llegó el mes de marzo, en especial el domingo 6, en el que Colosio pronunciara aquel emotivo discurso con motivo del 65° Aniversario del PRI en el monumento a la Revolución, en que advertía “veo un México con hambre y con sed de justicia”, el cual no fue bien visto en Los Pinos, recrudeciéndose el ambiente, pues el Dr. José María Córdova Montoya, Jefe de la Oficina del presidente le solicitó la renuncia en una llamada telefónica a primera hora de la mañana del día 23 en Culiacán, donde había pernoctado Luis Donaldo para seguir a Baja California y finalmente a Magdalena de Kino, Son., donde nunca llegó; esa tarde fue asesinado en el popular barrio de Lomas Taurinas, Tijuana, B.C.
Aquel 23 de marzo el candidato fue llevado a un sitio que no reunía las mínimas condiciones de seguridad, pues desde el arribo tuvo que atravesar por un puente endeble y caminar decenas de metros por una valla popular sin barreras que protegieran su integridad física. Así, en medio de una multitud llegó a un improvisado y vulnerable templete sobre la plataforma de un camión justo en una encrucijada de calles, la perpendicular con una pendiente muy pronunciada hacia arriba; el mitin no duró más allá de unos minutos para salir por el mismo lugar donde ya la gente había desbordado la supuesta valla pues Colosio caminó con mucha dificultad abriéndose paso bajo las miradas atónitas del general García Reyes, del Cor. Reynaldos, del mayor Castillo, del mayor Cantú y del Tte. Cor. Pancardo, cuando se extendió el brazo de quien portaba una pistola Taurus .38 que disparó en la sien derecha del candidato, cayendo fulminado al piso donde masa encefálica quedó expuesta, siendo conducido a su camioneta Blazer y después a una ambulancia; no había ruta de emergencia para ser trasladado al Hospital General de Tijuana donde, dicen, falleció; la verdad es que murió desde el momento del disparo en la cabeza que fue letal, aunque había recibido otro disparo en el abdomen calibre .22; tanto el Tte. Cor. Carlos Pancardo como el Mayor Cantú detuvieron al agresor Mario Aburto, siendo conducido por el jefe de la Policía Judicial de Tijuana para su resguardo físico, pues temían fuese linchado por la turba enardecida.
En esos momentos, estábamos en clase cuando empezaron a sonar los radios, teléfonos y beepers de mis compañeros anunciando la tragedia; encendimos la televisión del salón de clase justo cuando la conductora de Televisa Talina Fernández desde el Hospital General daba la noticia del atentado; tiempo después Liébano Sáenz Ortiz, secretario de Información y Propaganda de Luis Donaldo Colosio y a la postre secretario particular del expresidente Ernesto Zedillo, anunciaba oficialmente la muerte del candidato.
Al día siguiente acudí al Auditorio Plutarco Elías Calles del PRI, en donde se rindió un postrer homenaje de cuerpo presente a Colosio; al arribo del presidente Carlos Salinas fue recibido en medio de abucheos y protestas cuestionándole: ¿Quién fue? ¿Quién fue?, ¡Justicia! ¡Justicia! en donde solo permaneció unos minutos y se retiró en medio de un ambiente muy caldeado. Esa misma tarde, en compañía de mi esposa acudí a la funeraria Gayosso de Félix Cuevas para darle el pésame a la señora Diana Laura Riojas, a quien conoció mi esposa durante la ceremonia del Grito de Independencia el 15 de septiembre del año anterior en Palacio Nacional, en donde por cierto Diana Laura tuvo un desvanecimiento debido al mal hepático que la aquejaba desde hacía tiempo teniendo que retirarse de Palacio Nacional.
Al arribo a la funeraria en el exterior había un ambiente tenso que se alteró aún más con la presencia de Manuel Camacho Solís, a quien le llovieron insultos y amenazas; al interior, la escena no podía ser más desgarradora, esa imagen que nunca podré olvidar: encontré al general Domiro aislado de los demás dolientes, se encontraba en un rincón del velatorio, al verme se incorporó, me abrazó fuertemente y me dijo: “¡Me lo mataron compadre, me lo mataron; delante de mis ojos y no pude hacer nada!” Jamás dudé de la inocencia del general y aunque él no tuvo la culpa, él era el responsable de la seguridad de Luis Donaldo.
Experimenté sentimientos encontrados; sentí una profunda pena por el general, verlo abatido, pero al mismo tiempo le reprochaba no haber tenido las agallas para impedir que Luis Donaldo entrara a Lomas Taurinas, pues las condiciones de seguridad y logística no garantizaban su integridad física; me extrañó que el Cor. Reynaldos, experto en organización hubiese aceptado realizar el mitin en condiciones de vulnerabilidad propuestas por Murat y Hopkins y que no le hubiesen informado al general de la situación para inclusive cancelar el evento, a sabiendas de que tal decisión le acarrearía consecuencias como ser relevado del mando, pero la ambición por culminar su trayectoria militar como Jefe del Estado Mayor Presidencial pudo más que su misión. Y sí, su brillante trayectoria militar, su prestigio adquirido por la organización de la XIV Asamblea Nacional del PRI en el Palacio de los Deportes en donde nació la empatía y simpatía entre Colosio y el general, así como la visita de S.S. Juan Pablo II a México que le valieron el reconocimiento presidencial y de El Vaticano se fueron por la borda junto con la del Edo. Mayor Presidencial, lo que me hace suponer que el general, dada su lealtad, disciplina y bonhomía fue utilizado como instrumento por algunas mentes maquiavélicas y perversas.
El resto del sexenio transcurrió en medio de la incertidumbre, la cual se agravó aún más con el asesinato del cardenal Posadas Ocampo en el aeropuerto de Guadalajara, así como la del Lic. José Francisco Ruíz Massieu, secretario general del PRI y cuñado del presidente; la seguridad en torno al Presidente se endureció pero continuó realizando giras con el consecuente desgaste físico y emocional de quienes trabajamos cerca del presidente; yo, por ejemplo, terminé hipertenso; ésa fue la recompensa a mi trabajo y lealtad institucional.
El 2 de diciembre de 1994 presenté mi renuncia al Lic. Liébano Sáenz, quien como secretario particular del presidente Zedillo era nuestro jefe, la cual fue rechazada, desatándose una cruenta rivalidad con los otros dos subcoordinadores quienes sabían de mi amistad con el general Miranda Sánchez, creyendo que me apoyaría para ser el próximo coordinador, pero desconocían que el general Miranda me había retirado su amistad por haber remodelado una vieja casa del general Domiro en la colonia Del Parque en Naucalpan, igual que seis años antes remodelé la suya en la colonia militar de El Huizachal, también en Naucalpan. Así transcurrieron los meses de diciembre de 1994, enero y febrero de 1995, en medio de intrigas, zancadillas, señalamientos, y acosos, hasta que llegó el nuevo coordinador el 16 de marzo de 1995; intenté ver al general Miranda Sánchez para despedirme personalmente pero nunca me recibió; jamás lo volví a ver, ni volví a poner un pie en Los Pinos, Molino del Rey, ni en el PRI, dando por terminada una militancia de 25 años en ese instituto político del que alguna vez me sentí orgulloso.
Gracias a Dios estaba libre del compromiso con el organismo al que mucho le debo, pues gracias al EMP tuve la oportunidad de conocer y pulsar el país a lo largo y ancho de su territorio; conocí sus etnias, su folclor, sus artesanías y orfebrería, su música vernácula, su arte culinario, sus lenguas, dialectos y costumbres; pero también conocí la injusticia social, pobrezas, miserias y necesidades de bienestar de millones de mexicanos.
Conocí desde reyes, reinas, príncipes, primeros ministros, jefes de Estado y de Gobierno… y hasta dictadores, pasando por el carismático Papa Juan Pablo II. En mayo de ese año ingresé al IMSS en la Coordinación de Construcción, Conservación y Equipamiento, a cuyo titular conocí en su toma de protesta como presidente del Colegio de Arquitectos en el salón Adolfo López Mateos de Los Pinos, confundiéndome con la burocracia, teniendo la oportunidad de estudiar por las tardes cuatro diplomados para superarme académicamente en búsqueda de nuevos horizontes mientras concluía la administración zedillista.
En años no volví a ver al general García Reyes debido a sus comisiones en Valladolid, Yuc. y Ojinaga, Chih., mientras los medios de comunicación hacían escarnio de su desgracia, especialmente el torvo fiscal Chapa Bezanilla y el semanario Proceso, hasta que un día llamó a la casa para avisarme que estaba de regreso y me invitaba a desayunar en su oficina de la Dirección General de Cartografía de la SDN; nunca aceptó vernos en un restaurante; al poco tiempo ascendió a divisionario pasando a situación de retiro. Lo último que supe del general es que vive en Xalapa, Ver., y tiene un rancho en Coatzintla, de donde es oriundo.
Las balas que mataron a Luis Donaldo Colosio también mató mi proyecto político, pero no mi plan de vida, aunque indirectamente resulté una “viuda” más; a 27 años de distancia sigo padeciendo las consecuencias de su muerte. Si Colosio hubiese sido Presidente de la República el derrotero del país hubiese sido muy distinto y el PRI posiblemente continuaría en el poder, pues tengo la certeza de que hubiera logrado democratizar al partido y al país y no hubiese caído en el desprestigio social por sus excesos de corrupción, arrogancia y desapego a las bases. El voto de castigo fue demoledor y del que dudo mucho podrá reponerse en décadas, si no es que presenciemos su extinción.
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