La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Ni hablar, Santiago Nieto no sirve para todo
Con 40 años cumplidos y un cúmulo de experiencias políticas vividas en la casa familiar, José Ramón López Beltrán no es una persona ingenua que ignore el daño que causa con sus actos al proyecto de su padre, Andrés Manuel López Obrador.
El hecho de exhibirse, en una instantánea, vacacionando en el súper exclusivo destino de Aspen, pega directo en el corazón de los postulados morales del presidente.
Todos los días el mandatario hace alusión a la austeridad y critica con ferocidad los excesos en el estilo de vida de los neoliberales. El tabasqueño pontifica e insiste en que un par de zapatos, ropa sencilla y un carrito viejo, son los satisfactores básicos para irla pasando, sin embargo, su vástago es aficionado a las frivolidades propias de sus odiados conservadores.
El asunto central de los viajes del primogénito del tabasqueño no radica en cómo los costea, sino, en que da una bofetada a los dichos del líder máximo de la 4T. Cualquier mexicano de a pie puede pensar: sí no controla a su primogénito mucho menos al país.
Algo no funcionada en la relación del Tlatoani con sus hijos mayores, situación que, de no arreglarse, podría convertirse en un pernicioso fenómeno que vaya más allá de lo anecdótico, eso sin contar las andanzas del resto de la parentela.
Resulta harto paradójico, que don Andrés someta a los poderes Judicial y Legislativo, a poderosos empresarios y otros actores, pero, lastimosamente para su causa, la principal disidencia cohabita en el más íntimo de sus círculos ¡joder!