* Andrés Manuel mostró su auténtico carácter en la diferencia establecida entre Consuelo Loera y Silvano Aureoles. Este es el verdadero contexto en que Rogelio Ramírez de la O ha de conciliar los diversos intereses, para que la economía cumpla esa función política y humana que se espera de ella
Gregorio Ortega Molina
Debemos partir de un principio esencial: los panes y los peces dejaron de multiplicarse hace dos mil años, lo que los humanos y sus gobiernos no hagan por ellos mismos para saciar hambre, crear empleos y bienestar, garantizar salud, dar seguridad e imponer la Ley en un Estado de Derecho, no se hará.
Si a estas alturas se niegan a aceptar que los programas sociales carecen del efecto multiplicador de crear riqueza por demanda, es porque están conscientes de que únicamente tienen una función: garantizar el voto electoral a favor de quien pone esos billetes en las manos extendidas.
El efecto es nocivo, se quiebra la voluntad y se acostumbra al beneficiario a esperar -todavía con cierta paciencia- que sea puntual la entrega de la dádiva, para adquirir productos que de momento lo satisfacen, pero de ninguna manera le resuelven el presente, mucho menos el futuro, y tampoco son un detonador de actividad económica.
Sobre el problema del diseño del gobierno de la 4T para “transformar a México” sobre las rodillas de una poco clara e ineficiente reingeniería social, cuya única consecuencia visible es la anomia, está la sombra de las consecuencias inmediatas y mediatas del Covid-19, que todavía no tiene fecha de caducidad, a lo que es necesario sumar la disputa que por el territorio de la república y su riqueza tienen dos factores reales de poder: la delincuencia organizada y un reducido Estado.
Este es el contexto social en el que los secretarios de Hacienda, Economía y Energía han de encontrar soluciones adecuadas, oportunas e innovadoras para evitar el desastre del narco-Estado, porque la frontera del Estado fallido fue traspasada al menos desde hace 4 lustros, cuando Vicente Fox cedió los bártulos del poder a Marta Sahagún, y dejó escapar la oportunidad de la verdadera transición, que todavía espera porque se quedó atorada en una alternancia de nombres, pero no de modelito de gobierno.
La posibilidad del narco-Estado no es lejana, como lo muestran los asesinatos de activistas y periodistas -incluida la amenaza a Azucena Uresti-, la aparición de fosas clandestinas en las que los restos humanos son el recordatorio -a los gobiernos- de la claudicación, la dejadez y la muestra fehaciente de que lo único que interesa a los administradores públicos es su propia impunidad.
Andrés Manuel mostró su auténtico carácter en la diferencia establecida entre Consuelo Loera y Silvano Aureoles. Este es el verdadero contexto en que Rogelio Ramírez de la O ha de conciliar los diversos intereses, para que la economía cumpla esa función política y humana que se espera de ella, pero desconozco, como con seguridad lo desconocen todos, cuáles serán los términos de desarrollo que deje establecida la pandemia, y en el caso mexicano, las verdaderas aspiraciones de los barones del narco, y me refiero a los que diseñan la narco-economía, no a los que la operan, como Joaquín “El Chapo” Guzmán y su hijito Ovidio.
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