Desde los primeros juegos de azar, creados por civilizaciones antiguas, hasta una actualidad con mayores posibilidades legales, las formas de apostar y divertirse fueron variando para los mexicanos. No siempre existió un casino para practicar distintas actividades y, una vez creado, el rubro tuvo que enfrentar prohibiciones y leyes en contra. Sin embargo, la rica historia del juego en México deriva en un presente prometedor para los apostadores.
Antecedentes
Las civilizaciones antiguas de la región tenían sus formas de entretenerse. Incluso, algunas son bastante parecidas a juegos actuales. Por ejemplo, el patolli, en el que se lanzaban frijoles en una zona de juego delineada por un tablero cuadriculado. Se encontraron restos de tableros con 52 casillas, por las que se debía avanzar hasta llegar a la inicial, algo bastante familiar en comparación con los actuales.
Casino de Agua Caliente
Si bien no fue el primer establecimiento de azar en México, el Casino de Agua Caliente quedó en la historia por ser uno de los que albergó a los jugadores estadounidenses en épocas de la ley seca. Esta legislación prohibió las apuestas y el alcohol en Estados Unidos desde 1919, algo que aprovecharon ciertas ciudades mexicanas, como Tijuana.
Allí se construyó el Agua Caliente y, debido a su éxito, otros sitios como Ensenada y Mexicali la imitaron. De esta manera, a finales de los años ’20 y principios de los ’30, la zona de Baja California se convirtió en un lugar vacacional, con miles de visitantes nacionales y extranjeros. Todo cambió en 1935, cuando bajo la presidencia de Lázaro Cárdenas fueron prohibidos los juegos de azar en el país, lo que llevó a la clausura del establecimiento.
A pesar de los múltiples esfuerzos posteriores por reabrirlo, conservando su lujosa arquitectura, no fue posible que el Agua Caliente vuelva a funcionar. Durante un tiempo, sus instalaciones fueron utilizadas como escuela y luego cerradas nuevamente, hasta solo quedar pequeños vestigios del edificio que representó la época dorada del azar en México.
Hotel Casino de la Selva
Este histórico establecimiento se construyó durante la década del ’30 en la ciudad de Cuernavaca. La capital del estado de Morelos se encuentra ubicada a 85 kilómetros de la Ciudad de México y, en aquel momento, buscaba aumentar el flujo de visitantes a través de la oferta en juegos de azar. Se instaló en un predio de diez hectáreas, donde convivía con manantiales y una gran vegetación. Por este motivo, era reconocido como un espacio de lujo y alto nivel. Poco después se incluyó también un hotel.
En 1956, tras ser adquirido por el famoso empresario español Manuel Suárez y Suárez, el Casino de la Selva fue remodelado bajo la supervisión del arquitecto Jesús Martí. Se incluyeron más habitaciones, discotecas, un salón de fiestas y un techo conocido como “de paraguas”, algo muy innovador en esa época.
Además, el espacio contaba con murales de artistas de la talla de Josep Renau, José Reyes Meza y Guillermo Ceniceros, entre otros.
Sin embargo, el final de su historia es aún peor que la del Agua Caliente. A pesar de su belleza artística y su importancia histórica, en el 2001 fue demolido con el objetivo de construir un centro comercial. Decenas de activistas, vecinos, políticos y artistas lucharon para defenderlo y evitar, al menos, la destrucción de los murales. Pero, lamentablemente, se avanzó con la demolición.