* Salvo el lenguaje, la situación económica del mundo, los países nuevos y la caída del Muro de Berlín, ¿cuál es la diferencia entre lo que presentó México en 1972, y lo que escuchamos hace unas semanas?
Gregorio Ortega Molina
Sorprende que Agustín Gutiérrez Canet, ejemplar diplomático y conocedor de los foros internacionales, en su artículo del 11 de noviembre último publicado en Milenio, dejara de lado una necesaria puntualización: el Foro con mayúscula es la Asamblea General de la ONU, el Consejo de Seguridad es una puerta menor, desgastada por sus recomendaciones y especializado en lo que dice su nombre, contener los conflictos que arriesguen lo conocido como paz mundial. Son garantes de un precario equilibrio entre las naciones.
Marcelo Ebrard y Juan Ramón de la Fuente debieron explicárselo a su presidente, si no lo hicieron, procedieron con dolo y lo equivocaron y disminuyeron; por el contrario, si Andrés Manuel hizo los oídos sordos, carga un grave problema de personalidad que, en la función que desempeña no debiera hacerse manifiesto.
Hacer uso de la palabra en la Asamblea General, como presidente de un Estado miembro, lo habría exigido ponerse de pie y no tener a nadie a su lado que le funcionara como apuntador; por el contrario, y para no perder la costumbre de ser llamado presidente, “presidió” la reunión del Consejo de Seguridad, sentado y rodeado de adláteres que le evitarían un desliz verbal, un error, una falta de protocolo.
Los representantes de Rusia y China nos hicieron notar, de inmediato, que el presidente mexicano acudió al foro equivocado, lo que, conociendo la trayectoria del embajador Gutiérrez Canet, desconcierta que en su artículo fuese omitido, cometiendo una falta de amistad y de deber familiar.
Azora más todavía que hiciera referencia a la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, pero eludiera entrar en materia, porque ambas propuestas, prácticamente a diez lustros de distancia, son el llamado a una utopía en las mismas o similares materias, aunque con lenguajes distintos. Una distancia de cincuenta años debe notarse, como se trasluce el engaño en el que embaucaron a Andrés Manuel López Obrador.
Dijo Andrés Manuel el martes 9 de noviembre último: “No vengo a hablar de seguridad como sinónimo de poderío militar ni como argumento del empleo de la fuerza contra nadie. Mi planteamiento se basa en lo que postuló ese titán de las libertades, según Pablo Neruda: el presidente Franklin Delano Roosevelt, cuando creó la Organización de las Naciones Unidas…
“El principal obstáculo para ese derecho (a la seguridad) es la corrupción en todas sus expresiones. Los poderes trasnacionales, la opulencia y la frivolidad, como formas de vida de las élites. El modelo neoliberal que socializa pérdidas, privatiza ganancias y alienta el saqueo de los recursos naturales y de los bienes de pueblos y naciones”.
¿Qué solicitó México al mundo en la Asamblea General de la ONU en 1972? “Reafirmando los propósitos fundamentales de las Naciones Unidas, especialmente el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, el fomento de las relaciones de amistad entre las naciones y la realización de la cooperación internacional en la solución de problemas internacionales de carácter económico y social… Reiterando asimismo la necesidad de consolidar la cooperación internacional para el desarrollo.
“Declarando que un objetivo fundamental de la presente Carta es promover el establecimiento del nuevo orden económico internacional, basado en la equidad, la igualdad soberana, la interdependencia, el interés común y la cooperación entre todos los Estados, sin distinción de sistemas económicos y sociales”.
Salvo el lenguaje, la situación económica del mundo, los países nuevos y la caída del Muro de Berlín, ¿cuál es la diferencia entre lo que presentó México en 1972, y lo que escuchamos hace unas semanas?
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