Palabra de Antígona
Sara Lovera *
Cuando pienso que en esta administración se ha derruido buena parte de las políticas públicas específicas para las mujeres, variopintas, algunas inoperantes o demagógicas construidas en más de cuatro décadas, siento, sin embargo, que teníamos un piso jurídico y de política que era reclamable.
No he pensado que “antes” era mejor. Lo que había era escucha cuando se presionaba; también había diálogo con las “feministas de Estado”, como las define la historiadora Gabriela Cano. Pero eso ahora no existe.
Lo explica muy bien la periodista Ivonne Melgar en el capítulo “La autoproclamada 4T ¿será feminista o no fue?”, del libro Mexicanas en Pie de Lucha. Reportajes sobre el Estado machista y las violencias, editado por Grijalbo y ya en librerías, donde entre otras muchas cosas hace una crónica detallada de la celebración del Día Internacional de la Mujer 2019, en el Palacio Nacional.
Retrata la escena. Cuenta que asistieron mujeres de distintos partidos políticos y asociaciones civiles. Se diría que la reunión fue plural. La única en los últimos tres años y medio. Narra cómo vino la ruptura, cómo se desmarcó Claudia Sheinbaum Pardo de las posturas feministas de algunas funcionarias de la 4T. Cómo ciertas legisladoras intentaron rescatar programas o políticas, pero finalmente se disciplinaron a Morena.
El reportaje de Ivonne es fluido. Puntual. Nos trae a la memoria acontecimientos fundamentales. Las mujeres de la 4T sí se opusieron abiertamente a la candidatura de Félix Salgado Macedonio, asunto olvidado. Hubo cartas públicas, y ahora reconocen que les lavó la cara el Instituto Nacional Electoral (INE). Lo cuentan las senadoras Olga Sánchez Cordero y Malú Mícher, entrevistadas por la periodista.
El texto de Ivonne Melgar deja ver con claridad cómo el acceso al poder de las mujeres, dentro de un proyecto o partido autoritario, acaba con su autonomía. También expone las contradicciones y el doble discurso de las funcionarias.
El texto de la columnista experimentada, buena reportera, con oficio, sin altisonancias o calificativos inútiles, narra hechos que presenció, investigó o reconstruyó, verificando —como se debe hacer—, con una posición crítica y feminista. Su investigación revela la debilidad de mujeres que fueron parte del movimiento feminista, pero finalmente actuaron como políticas sujetas a su gobierno y a su partido.
El libro tiene otros interesantes textos, algunos espléndidos, pero, sin duda, penetrar en las experiencias de Olga Sánchez Cordero, quien reiteradamente se autodefinió feminista, leer cómo justifica algunas cosas y cómo fue abandonada por su líder, duele, y ella no nos defendió.
Eso no impidió su salida de la Secretaría de Gobernación, ni —como remata su texto Ivonne— Andrés Manuel López Obrador “no se tomó nunca la molestia de parar la injusta y misógina descalificación hacia la exsecretaria Sánchez Cordero, de ese mote de florero que —según sus colaboradores— salió de una de las oficinas de Palacio Nacional”.
Ivonne escudriñó a otras funcionarias y a otras mujeres. Retrata hechos. Pero las protagonistas son Mícher y Sánchez Cordero, por su relación con el feminismo, sin duda. Mícher, una de las más aguerridas feministas en otros tiempos, no pudo ni reaccionar. Ambas tan cercanas al presidente fueron las dos que tejieron, con Marta Lamas, la llegada de Nadine Gasman Zylbermann al Instituto Nacional de las Mujeres, cuyo papel es deplorable.
Cuenta Ivonne otros detalles que quedarán en la historia para ulteriores análisis. El libro tiene textos muy buenos, pero saber cómo se tejió la historia del distanciamiento de este gobierno con las feministas es un lujo que hay que leer. Vale mucho la pena. Veremos…
*Periodista, directora del portal informativo SemMéxico.mx