La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Parajoda mefistofélica: para redimirse el diablo vendió su alma al mesías
El argumento recurrido por el presidente López Obrador, para justificar sus elogios a Enrique Peña Nieto, radica en decir que no se entrometió en el proceso electoral (como Fox y Calderón), para evitar que llegara al poder, o sea, lo califica como un demócrata.
Viene a cuento lo anterior, porque cada vez son más las voces que acusan un pacto para no proceder en contra de EPN, a pesar de las anomalías detectadas en su administración, incluso, se reveló que el toluquita ya tiene visa dorada en España por sus adquisiciones inmobiliarias y, desde luego, el Tlatoani no preguntó ¿quién pompó?
Sin embargo, más allá de lo que se diga, el mexiquense sí fue un factor decisivo para los resultados electorales del 2018, metió las manos y los pies, claro está, no para perjudicar al tabasqueño. Veamos.
Empecemos por decir que le impuso al PRI un candidato no priista, como quien dice, eligió a Meade con el claro propósito de que perdiera, José Antonio es un hombre sin carisma que nunca tuvo posibilidad alguna de ganar, además, durante la campaña fue dejado al garete.
Por otro lado, cuando Ricardo Anaya sugirió que metería a la cárcel a Peña, éste ordenó que la PGR le imputara el delito de lavado de dinero, del cual sería exonerado en 2019, pero quedó claro que se hizo para ralentizar (aún más) su campaña.
Así pues, agregado al exacerbado mal humor social producido por la brutal corrupción del peñato, López Obrador compitió contra dos rivales (‘El Bronco’ ni en cuenta) de papel que le facilitaron el triunfo, aunque llevaba las de ganar, la ayudadita de Peña le dio el empujón definitivo.
No hay que enredarse, en política lo que parece es y en este caso, si parece existir un pacto entre AMLO y EPN, ustedes saquen conclusiones.