• Muy peligroso descenso de la curva de Gini
• El deterioro de la popularidad del presidente
El mero primero de diciembre, desde Palacio Nacional, millones de ciudadanos mexicanos pusieron sus esperanzas en la lista de promesas y compromisos manifestados por el presidente Enrique Peña Nieto. A seis meses y medio, el horizonte es más oscuro que antes de aquella fecha memorable, que terminaba con la pesadilla llamada Felipe Calderón.
El panorama para la economía nacional es muy incierto. Y es que los expertos del doctor Videgaray Caso no han sabido manejar las cosas. Claro: no es lo mismo manejar la economía pujante de Toluca, que una compleja y cada vez más grande economía nacional. No es lo mismo el rectorado de una Tesorería estatal, que la rectoría de un aparato productivo que ya tiene presencia en el Grupo de los Ocho.
El equipo del nuevo gobierno priísta recibió una empresa con serios problemas y en medio de una crisis mundial y, sobre todo, un total desbarajuste de la economía de su principal socio comercial, los Estados Unidos de Norteamérica.
Pero la soberbia no es buena consejera. Nubla la vista. Desbarajusta el orden en que se mueven las neuronas; socaba la cordura. Y no permite ver más allá de la nariz. Y eso es lo que les pasó a los académicos de la Secretaría de Hacienda. Ahora, puede ser que ya sea tarde para enderezar las líneas de la tabla de Gini. Tendrán que esperar una década. La economía mexicana va que vuela hacia abajo. Si bien nos va, el producto interno bruto cerrará este año entre el 2.5 y 2.9 por ciento, aunque puede ser por abajo de esos porcentajes. La proyección que habían calculado los economistas no era nada de presumir, pero estaba en los niveles del comportamiento de la economía mundial. Y no es que mal de muchos sea consuelo de tontos.
Para empezar, según los archivos electrónicos de Hacienda, la producción industrial sólo creció medio punto en los primeros cinco meses del año, medio salvada por la automotriz, que registró el nivel históricamente más alto para un primer semestre, aunque en junio descendió casi un punto porcentual, pero las exportaciones de vehículos cayeron y los mexicanos compraron un poco de más autos a crédito, obviamente.
Explicable que la inversión fija bruta haya avanzado un 6 por ciento en abril, pero por el llamado efecto calendario. Requerían las empresas de maquinaria y equipo, por si acaso. La balanza comercial con el exterior fue deficitaria; las exportaciones descendieron y las importaciones aumentaron un punto y medio.
El escribidor siempre insiste en observar el comportamiento del mercado de valores porque, si éste se porta bien, quiere decir que la economía va bien, y viceversa.
De acuerdo en que la mayor parte de culpa la tiene el exterior: volatilidad, cifras negativas de las economías industrializadas, política monetaria del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos etcétera. Pero es más grave que los economistas gubernamentales no le hallen al modo de cómo sortear esos infortunios. De que se puede, se puede. El gobierno, por ejemplo, no impulsó las inversiones productivas. Retuvo inexplicablemente el gasto público.
Así, al igual que los mercados bursátiles internacionales, continúa la volatilidad en la Bolsa Mexicana de Valores.
Y en todo este jaloneo, de ribete, encuestadores revelaron el viernes pasado que el crédito ciudadano con el que Enrique Peña Nieto llegó a la presidencia de México empezó a deteriorarse. Solo un 45% de los mexicanos aprueba su labor como presidente, una cifra diez puntos inferior a la del pasado mes de marzo, según la Encuesta Nacional de Opinión Ciudadana para junio realizada por GEA-ISA, una de las principales encuestadoras del país.
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