Luis farías Mackey
“Todo, finalmente, se disolvía en un mundo de sombras” y de inconsciencia. En una sociedad jerárquica basada en “la pobreza y la ignorancia”, donde “es preciso que (el hombre) sea un fanático ignorante y crédulo en el que prevalezca el miedo, el odio, la adulación y una continua sensación orgiástica de triunfo”, que “posea la mentalidad típica de guerra”.
Muestra clara deldoblepensar eran los lemas del Partido: “La Guerra es la paz”, “La libertad es la esclavitud”, “La ignorancia es la fuerza”.
Y no podían faltar el Ministerio de Paz, “que desata las guerras” y el Ministerio de la Abundancia, encargado del hambre y de maquillar las estadísticas al amparo de la mutabilidad del pasado y el control de la realidad.
Finalmente, la cereza del pastel: los “Dos Minutos de Odio ” cotidianos. En todas las Telepantallas aparecía la imagen del villano favorito, que en realidad nadie sabía si existía, había existido o llegaría a existir.
Tal era el mundo de 1984 de Orwell.
Como se puede ver Epigmenio no es ningún genio ni creador ni estratega, tan solo un fiel lector y copista; ni el mesianismo de López Obrador es original, sólo es tropical. Lo escribí en “Orwell, manual para tiempos difíciles”, “Mi nombre es caos, Caos Obrador” y “El cantar del Mio peje”
Por eso se puede acusar de autor intelectual de un crimen a quien investigó, capturó y encarceló a sus perpetradores intelectuales y materiales confesos y, por cierto, liberados por quien hoy acusa. Se puede becar a cambio de no realizar estudio o investigación alguna, se construye el futuro arruinando el presente; mañana tras mañana se desinforma para informar, se siembra vida desforestando bajo paga, se es el mayor reforestador del mundo arrasando miles de hectáreas de selva y se enseña pasando de año sin enseñar. Finalmente, se combate el crimen y la violencia con abrazos y a la pandemia se le festeja como anillo al dedo.
Hoy acudimos a una “neolengua”, “doblepensar” y “dos minutos de odio” en su versión “discriminación reversible”. Bajo ella lo que se discrimina es la educación.
La educación, lo señalábamos hace unos días, es una verdadera transformación —ésta sí— del educando en sujeto, “una fábrica de sí mismo”; una transformación individual donde cada uno de los alumnos absorbe de diferente manera y propósito los conocimientos. La educación, pues, no es un proceso de igualación, sino de diferenciación, por ende, distingue. La educación enseña a cada quien aquello que ignora y aquello que sabe, pero que también ignora. Y al hacerlo, forma sujetos, donde por sujeto se entiende “soporte de las vivencias, sensaciones y representaciones del ser individual y ser del cual se predica o enuncia algo”. Es decir, la subjetivización diferencia individuos conforme sus propias vivencias, sensaciones, representaciones y creaciones, no crea rebaños.
Y ahí está el problema al que el mundo de 1984 tanto temía, la individualización del sujeto.
Por eso ahora, en la “neolengua” de los planes de estudios, el sujeto “estudiante” desaparece para llenarse el buche de expresiones inaprehensibles, porque no se trata de de crear mujeres y hombres libres, pensantes y creativos, sino rebaño.
Rebaño que, como entre engranes va pasando de un procesamiento a otro, en versión de año escolar, para que al final produzcan clientelas indiferenciadas, ignorantes y dependientes.
En la neolengua de los planes de estudio se habla de democracia educativa, no de educación para la democracia. Detengámonos un momento en esto. La democracia sirve para muchas cosas, pero no para todo. En un salón de clases no se puede poner a votación si se acepta la Ley de Newton o no; si la conquista española existió como hecho histórico o como proclama patriotera, si dos y dos son cuatro, si se queman los libros y se niega la Colonia en México. En la escuela se debe enseñar los propósitos, alcances y riesgos de la democracia. ¡Ya nadie puede negar en México estos últimos!
También se habla de la igualdad sin tamices. La discusión viene de lejos: o se iguala para hacer justicia, o se hace justicia para igualar. Por la primera vía no se hace justicia, sino injusticia; porque justicia es dar a cada quien lo suyo e igualar es dar a todos lo mismo. En cambio, al dar a cada quien lo suyo se iguala, al tiempo que se reconoce y respeta lo disímbolo y plural de la sociedad.
En la palabrada indigerible de eso que llaman plan de estudios, se habla de igualdad de oportunidades educativas, escondiendo en esta nebulosa la discriminación reversible. Si educar es crear sujetos, distinguirlos y respetarlos en su identidad y disimilitud, la consecuencia lógica de la educación es diferenciar sujetos, no uniformarlos. Por eso, lo que empezó mezclado en la educación básica se va diferenciando en especialidades y vocaciones, y posteriormente, en carreras técnicas, profesionales y educaciones y capacitaciones especializadas. Imposible abrir la carrera de medicina indiferenciadamente a todo mundo, cual si fuera primero de primaria, porque para medicina se requiere, no solo ciertos conocimientos, sino actitudes y habilidades especiales y desarrolladas.
Bien, qué pasa si todo mundo, sin importar su preparación e inclinación, se puede inscribir en igualdad de circunstancias en cualquier carrera universitaria o, incluso, técnica: el caos, la negación del sujeto, la discriminación del conocimiento, el castigo de la vocación: la discriminación reversible.
Hoy la nueva discriminación es al saber y, peor aún, al sujeto que se niega a ser rebaño. Clientela, pues.
El Nihilismo, porque se educa para la nada, no para crear sujetos libres y creadores. Regresaremos sobre este tema.