* A Andrés Manuel López Obrador le urge esta reforma electoral, sin importar que perjudique con ella a sus verdaderos electores y simpatizantes, porque desea vengarse de los supuestos o reales agravios a él infligidos por los políticos. Lo ideal es que sean esos hombres del poder los paganos de los rencores del príncipe de La Chingada
Gregorio Ortega Molina
Mucho se ha escrito y dicho sobre la reforma electoral, su conveniencia y un hecho contundente e irrevocable: es con esta ley y con estos consejeros que Andrés Manuel López Obrador obtuvo un oficialmente reconocido 33 por ciento de votos. ¿Para qué cambiarla?
Muy sencillo, han sido suficientemente expuestas las razones por las cuales un buen número de electores que lo hicieron ganar, sufragaron a favor de Morena. ¿Permanecen esos agravios en la memoria y el bolsillo del sufragista? ¿No son sus equivalentes los yerros de la 4T en su gobierno sectario y sin resultados, sólo sustentado en sus programas sociales que reparten billetitos que cada día compran menos?
Habría que sumar las consecuencias de la desestructuración de las instituciones, como lo es el sector salud y lo que de él queda; o la lapidación verbal de jueces y magistrados cuando se niegan a atender las “consignas” determinadas desde el Poder Ejecutivo; o la humillación a la que sujeta a las corcholatas cuyo destino es incierto.
Lo único comprobable es que, si la elección presidencial fuera el próximo domingo, Morena pudiera conservar el poder, pero de ninguna manera con ese 33 por ciento. Si los militantes y/o simpatizantes de los partidos tradicionales disminuyeron, también se redujeron los morenos. No hay apatía, hay miedo a lo que puede anunciar una prisión preventiva oficiosa, y una militarización que deja en manos de los sardos incultos el derecho a la libertad y a la vida. Ojalá sólo pagaran quienes deciden los cambios, lo pagamos todos.
La reforma electoral les urge porque necesitan recetar al México bueno y sabio lo que Acción Nacional y el Revolucionario Institucional nos endilgaron durante los últimos lustros, al menos desde que sin miramientos el PAN claudicó ideológica y legalmente ante Carlos Salinas de Gortari. Entregaron el poder y perdieron la oportunidad de iniciar la verdadera reforma del Estado.
A Andrés Manuel López Obrador le urge esta reforma electoral, sin importar que perjudique con ella a sus verdaderos electores y simpatizantes, porque desea vengarse de los supuestos o reales agravios a él infligidos por los políticos. Lo ideal es que sean esos hombres del poder los paganos de los rencores del príncipe de La Chingada.
¿Cómo? Que cumpla lo que prometió: cárcel y sentencia a los corruptos e impunes, sin importar que sean o no familia. Sólo así puede estar seguro de permanecer encaramado en la silla del águila.
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@OrtegaGregorio