A inicios del más reciente mes de mayo hubo avisos de alerta sobre el inminente fracaso del Programa de Transición de Televisión Digital Terrestre o “apagón analógico” como se le conoce popularmente. En ese entonces, poco después de que la Comisión Federal de Telecomunicaciones (Cofetel) diera a conocer el acuerdo por el que se establecían las políticas a seguir, hubo quien adelantara su fracaso.
Fue el presidente del Instituto del Derecho de las Telecomunicaciones (Idet), Gerardo Soria, quien consideró que las condiciones necesarias para lograr el apagón analógico en el 2015 podrían incumplirse debido a que no hay una estrategia clara para llevarlo a cabo.
Criticó el decreto establecido por Felipe Calderón, con el cual se adelantó este proceso del 2021 al 2015, pues dijo que tiene dos problemas fundamentales.
El primero, es que “va en contra de lo establecido en los títulos de concesión, que ya es un derecho adquirido de las televisoras”; y segundo, que pone una fecha tajante para realizarlo, cuando depende de la velocidad con que la gente vaya cambiando sus televisores análogos por digitales.
“Dudo mucho que para el 2015, que son tres años, haya una penetración mayor al 10%”, apuntó el abogado.
Soria decía entonces, y al parecer aún lo sostiene, que la transición debería darse no en función de plazos tajantes, sino en relación a porcentajes: “Cuando se llegue a una penetración del 90% se da el apagón analógico, no por fecha”.
Nada extraño, coincidirá usted, que en la fallida Administración se den este tipo de errores mayúsculo que, cual consecuencia, pagamos los contribuyentes.
Tampoco es raro que los dizque funcionarios no funcionen.
Y menos inaudito que, ahogados en su mediocridad, culpen a los demás de sus fallas, errores y omisiones.
Ahí tiene usted a Mony de Swaan, ahora mismo, culpando a las televisoras de que la primera fase de esa transición, a celebrarse en Tijuana, Baja California, no va a darse en las fechas establecidas, cuando ha sido él quien no ha hecho lo necesario y suficiente para que tal se lleve a cabo.
En Tijuana, en efecto, no hay mediciones de la autoridad sobre el número de aparatos a cambiar, ni campañas informativas a la población televidente, y ni siquiera se ha iniciado la licitación para elegir al proeedor de los codificadores necesarios para transformar la imagen análoga a digital.
Inicialmente, seguro usted lo recuerda, en el 2004 se establecieron algunos plazos. Muchos de ellos ya están vencidos.
Vino luego la orden de Los Pinos: adelantar la transición del 2021, como originalmente se había planeado, al 2015.
Y como están las cosas al seno de la Cofetel, ni para el 2021 habrá concluido completa la transición.
También en los primeros días de mayo, la presidenta de la Asociación Mexicana de Derecho a la Información (Amedi), Aleida Calleja consideró que ha habido una política pública poco clara respecto a la transición digital.
Dijo que tiene que ver con problemas de visión de Estado que tienen tanto el Ejecutivo como el Legislativo para establecer un marco normativo que aproveche de manera plena la transición digital.
Nada extraño, pues, que una de las políticas públicas emprendidas en estos calamitosos años de panismo en el poder resulte fallida, un fracaso.
Nada raro, tampoco, que los dizque servidores públicos no sirvan ni para ir a dejar un recado a la esquina.
Y menos inaudito que, ahogado en su mediocridad, Mony de Swaan culpe de sus propios fracasos a las televisoras.
Raro sería, en todo caso, que algo les resultara exitoso a estos personajes, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: Todo indica que el ex asesor y “cuate” del controversial Juan Molinar, me refiero a Mony de Swaan, va solo en su pleito contra Televisa y TV Azteca, a las que culpa de interponer obstáculos al trayecto a la televisión digital. El resto de los comisionados de la Cofetel no comparte la beligerancia de quien funge como su presidente. + + + El trayecto que ya no tiene reversa es el del fin del calderonato. Sólo faltan 56 días, que a muchos se nos hacen todavía muchos, muchos días.
Don Paco. Un favor, sé de antemano, que no lo va hacer, pero ni hablar. Si se nos hace una eternidad contar los días que restan para el fín de este sexenio, porque esa tarabilla de contar día a día? Acaso no es parecido como ” Aquel Doctor que le dijo al enfermo, tienes 56 días de vida, y cada día que pasaba e iba a auscultarlo, le recordaba los días que le quedaban.¡¡¡ Que necesidad hay de decirlo!!! A mi en lo personal me suena a sado-masoquismo,traumatizante,esquizo- frénico, etc., y todo aquello que conlleve al deterioro y pueda causar riesgos a la salud mental del individuo. un saludo.