Entre los más obvios y gallardos obsequios del México de ayer al Estado de Derecho se cuenta, sin lugar a duda, con la ofrenda de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Existen valiosas reseñas y estudios de esos dones. Algunas, como las enseñanzas de los célebres y recordados mentores universitarios de nombres Salvador Mondragón Guerra y Ricardo Franco Guzmán, contenidos en sus históricas e ilustrativas cátedras.
Testimonios elocuentes de la difusión jurídica de esas herencias nos la ofrecen sus conceptos y razonamientos difundidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación y por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, esos entendimientos son también preciado objeto para toda la abogacía nacional.
Pero, valiosas como son esas aportaciones de ambos juristas a la cultura nacional, parece interesante reiterar sus conceptos en legado para las nuevas generaciones de letrados, hasta ahora tan poco combativos. Me refiero principalmente a los conceptos que a futuras líneas reproduciré. Gracias a la experiencia de ambos catedráticos en sus cátedras, sus libros, sus enseñanzas, sus sentencias y sus defensas, lo que antes parecieran solo tratados, hoy son cimientos de lo que es nuestro Estado de Derecho.
Ambos jurisconsultos nos ilustraron diciendo: “Que con la Suprema Ley se podrá solicitar el amparo para el goce de los derechos de los gobernados, cuando se pidiera su protección, contra aquellos actos arbitrarios de la autoridad, los cuales resulten atentatorios al espíritu de la Carta de Carranza”.
Si elogio merecen ambos catedráticos por evidenciar la forma teórica de asegurar la dignidad del gobernado, la Academia de Derecho Penal del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, tendrá que decir que la tarea que se dieron para que en nuestra Patria se procesara un verdadero “Estado de Legalidad y Dignidad” fue enorme.
Cuando en ésta Cuarta Transformación de la Nación vemos tan ocupados a nuestros gobernantes, legisladores y autoridades en introducir reformas e insidias, pensamos sin querer en el saber de esos grandes juristas: Don Salvador Mondragón Guerra y Don Ricardo Franco Guzmán.
Es una pena el consignarlo, pero hay que expresarlo, mientras el Presidente de la República, Senadores y Diputados del Congreso de la Unión, hoy se ocupan en reñir entre sí y, además, con el pueblo y pretenden la creación de nuevas leyes ocurrentes, en vez de unir todos sus esfuerzos con los gobernados para hacer frente al enemigo de México: la corrupción de la narco-política y con ello exterminarla. Siguen perdiendo el tiempo.
México lo que requiere es unir todos sus bríos y voluntades. No son tiempos de chocar, de contender, ya lo hemos dicho son los momentos de indagar, procesar, sentenciar y encarcelar al político causante de todas las desgracias que la Nación padece, el secreto del triunfo en esa contienda reside en el documento llamado Constitución Política, reside en los conocimientos de esos dos grandes juristas.
Es cuanto.
Lic. Alberto Woolrich Ortíz.
Presidente de la Academia de Derecho Penal del
Colegio Nacional de Abogados Foro de México, A.C..