Eduardo Sadot
Al año 1992 la Reina Isabel lo bautizó como horribili annu por los escándalos de la casa real de la Gran Bretaña y el incendio del castillo de Windsor, por ello, la reina Isabel agregó “muchos coincidirán en el calificativo de horribilis”,
para el que esto escribe, también fue así ése 1992 por la muerte de mi padre.
Al dos mil veinte por la pandemia, marcó el principio de una década que merece ése calificativo, recientemente el Doctor Sergio García Ramírez, en una serie de artículos, calificó también al año 2022 como “annus horribilis”, por los atropellos al Estado de Derecho en México y las políticas erráticas sobre seguridad.
Los años veinte del 2000, pasarán a la historia como “Horribilis Annus” horribles años “Exitiale Annis”, fatales años, por las pérdidas humanas de la pandemia y este año 2022 por las pérdidas humanas por violencia más.
La muerte de grandes personajes, como la reina Isabel, Pelé, el Papa Benedicto. Familiares y cercanos como el doctor Elías Mussi (jurista) Miguel Díaz Marín (Jurísta) Mario Carlo Rodríguez González Ulloa (jurista), la Profesora Alicia Delgado Chávez (destacada mentora, madfe de ilustres mexicanos y esposa del general Ojeda), Rubén Ronquillo Mendoza (Líder ejidal veracruzano), Modesto Seara Vázquez, político español y académico) todos nos dejan grandes enseñanzas, gratos recuerdos y un sabor de nostalgia por su ausencia.
En los tiempos de las redes, hasta la muerte ha cambiado, muere alguien y simultáneamente se sabe y se comparte con los amigos y parientes en todo el mundo, el duelo se recibe por whatsapp, Facebook o cualquier aplicación, durante la pandemia, prohibidas las reuniones concurridas, muchos despidieron a sus muertos en la soledad y el silencio, otras se enteraron después, pero todos perdieron a alguien en los años veinte del siglo veintiuno.
La muerte de los famosos deja un sabor de tristeza colectiva, aún sin conocerlos, el recuerdo de sus obras o imágenes, invita a la reflexión de los actos propios y de ellos. La templanza y el sentido de responsabilidad y servicio a su pueblo de Isabel II, La genialidad de Pelé y la humildad y discreción de Benedicto XVI. Pero todos nos recuerdan lo efímero que somos en esta vida. Como en el ajedrez al término de la partida, todas las piezas, por importantes y estratégicas que sean, el Rey, la reina y los alfiles, los caballos y las torres igual que los peones, todos terminan en la misma caja.
De los más cercanos, su ausencia se vuelve un vacío, un hueco en el corazón y en el alma, su recuerdo nos asalta, nos lastima, nos hiere a diario, nos hace ver lo relativo del tiempo del que hablaba Einstein, unas horas sin ellos asumiendo la verdad de que han partido, se vuelven eternas, unas horas nos hacen sentir como si fueran días, meses o años cuando solo han pasado unas horas, pero se nos abalanza el tiempo sin remedio y conforme pasa, hasta con el paso de los años, su recuerdo los revive y después de algunos años nos parece que solo han pasado unos días, pero así es el camino hacia la eternidad, viven en nuestro recuerdo por sus actos y sus obras, pero también sabemos que mientras haya alguien que los recuerde seguirán vivos y entonces nos toca luchar por sus vidas y su espacio en la eternidad. Como escribiera Carlos Fuentes “la muerte es tan cabrona, que no nos mata a nosotros, mata a quienes más amamos. Así se los llevó ése 2022.
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