* Nada hay más violento y cruel y de tan nefastas consecuencias que la palabra presidencial durante las conferencias de prensa matutinas. Por lo que dice y también debido a los ámbitos en que permea. Aniquila en varias vertientes: la social y la jurídica, la política, la económica, que lleva a los dolientes a las funerarias o a la búsqueda de sus seres queridos en las fosas clandestinas. O mata en vida
Gregorio Ortega Molina
La palabra es un instrumento de poder quirúrgico. Lo mismo seduce que aniquila. No importa el ámbito. Una llamada de atención a cualquiera de los hijos, a algún subordinado, al cónyuge o a la novia o el novio, puede destruir una relación si las reconvenciones no son adecuadas y, en el caso particular de los hijos, acomplejarlos para siempre. ¿Qué es preferible: una nalgada o frases capaces de destruir un futuro? La violencia doméstica es terrible, y de ella no se tiene sino una estadística sesgada, porque la verdaderamente brutal es la de viva voz, la soez, no la de los puños.
Debemos estudiar -para no sujetarnos a suposiciones- el efecto de la palabra durante el presente gobierno, porque tengo la certeza de que ha producido más muertes de las que dejó la guerra sucia y, también, más violencia que el combate entre cárteles y la guerra del Estado al narco.
La violencia que afecta a la seguridad pública se escenifica en las calles, las cárceles, rara vez en domicilios o nosocomios. Es una guerra sin cuartel y que lesiona enormemente el estado de ánimo en la sociedad. Su fuerza nos obliga a decirnos que nada hay más terrible.
Error, nada hay más violento y cruel y de tan nefastas consecuencias que la palabra presidencial durante las conferencias de prensa matutinas. Por lo que dice y también debido a los ámbitos en que permea. Aniquila en varias vertientes: la social y la jurídica, la política, la económica, que lleva a los dolientes a las funerarias o a la búsqueda de sus seres queridos en las fosas clandestinas. O mata en vida, destruye prestigios, oportunidades.
No es un eufemismo, porque él no necesita ordenar ejecuciones para que sus gobernados fallezcan, lo mismo socialmente que por la ausencia de medicamentos, el desempleo, las equívocas políticas de seguridad pública, o como consecuencia de la corrupción de esos allegados que sólo recaudan aportaciones para la transformación de este doliente México nuestro.
Cuántas son las muertes que han de sumarse a su cuenta, por haber politizado la vacunación contra el COVID, tan displicentemente tratada la pandemia como su relación con el feminismo o la oligarquía.
Apuntalamos nuestra opinión en la infaltable Irene Vallejo. En su texto El negocio de la furia, leemos: “… Las redes sociales premian las emociones extremas porque provocan interacciones y multiplican los beneficios. Las que más abundan son la ira, el escándalo o el odio: es más fácil cabrear que cautivar… Por eso algunos estrategas políticos han aprendido a rentabilizar esta ceremonia de los exabruptos y confusión… A internet revuelto, ganancia de extremistas”.
Esta espiral de violencia atizada todas las mañanas desde la tribuna presidencial ha de detenerse, o incendiará a México.
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@OrtegaGregorio