DE FRENTE Y DE PERFIL
RAMÓN ZURITA SAHAGÚN
Desde siempre la política mexicana ha tenido una serie de desencuentros, desavenencias, discrepancias y diferencias entre los participantes de esta actividad.
Muchos de ellos se zanjan en privado, para evitar la escalada al escenario público, aunque la mayoría de ellas trascienden, sin que, regularmente, pasen mayores cosas.
Las rencillas entre integrantes de un mismo partido son comunes y casi siempre se arreglan sin mayores contratiempos.
Algunas de estas son recordadas, ya que rebasaron la línea de lo privado, escalaron a lo público y hasta les costó el relevo de los contendientes de las posiciones que ocupaban.
Hay rencillas personales, otras de odio y envidia, pasando por aquellas de no coincidir con su jefe o dirigente.
Una de las más recordadas es aquella de cuando Jesús Reyes Heroles, dirigente nacional del PRI, fue cuestionado sobre el candidato presidencial de ese partido y señaló que primero sería el programa y después el hombre (las mujeres estaban lejos de ser consideradas). La respuesta del máximo líder del organismo, político, el Presidente de la República se vio muy pronto, con el destape de José López Portillo, por parte de la CTM.
Ya gobernando López Portillo, los entonces secretarios de Hacienda, Julio Rodolfo Moctezuma y de Programación y Presupuesto, Carlos Tello, escenificaron un desencuentro por las políticas de recaudación y distribución de los ingresos y egresos, por lo que ambos fueron relevados del gabinete presidencial.
En ese mismo sexenio, Jorge Díaz serrano, director de PEMEX y José Andrés de Oteyza, secretario de Energía, mantuvieron varios desencuentros sobre la producción de petróleo, lo que le costó el cargo al de PEMEX, que después pisó la cárcel.
Manuel Camacho Solís protagonizó un berrinche fenomenal por la postulación presidencial de Luis Donaldo Colosio, por lo que no acudió a la salutación del mismo, por lo que el Presidente Salinas lo obligó para que aceptara ser el secretario de Relaciones Exteriores.
Aunque estos desencuentros políticos tienen su máxima expresión en torno a las candidaturas a cargos de elección popular, cuando los que no fueron seleccionados reaccionan lanzando acusaciones a sus dirigentes y optan por competir por ese mismo cargo por otro partido, ajeno al que militaba.
Hay muchos casos de éxito en esos cambios de camiseta y partidos como el PRD obtuvieron de esa manera sus primeros triunfos estatales.
Sin embargo, no se había presentado una escena similar o parecida a la ocurrida en Palacio Nacional, cuando el Presidente de la República cedió su espacio de la mañanera para que su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, respondiera a los señalamientos hechos por la ex Embajadora de México en Washington, Martha Bárcena.
La ex Embajadora lanzó una andanada de críticas al titular de la política exterior que mereció la respuesta de Marcelo, avalado por el propio titular de Ejecutivo. Entre las críticas se encuentran la eventual docilidad de Ebrard hacia la política estadounidense y su deseo de ser candidato presidencial.
Tal vez las palabras que más impactan en la humanidad de Marcelo sean las de misógino y mentiroso, pronunciadas por Bárcena, aunque se abrió un nuevo frente para Marcelo con las declaraciones del “Rey” Zambada de hacer una entrega de millones de dólares al abogado Gabriel Regino, quien entonces fungía como subsecretario de Seguridad Pública del gobierno capitalino, cuyo secretario era, precisamente, Marcelo Ebrard.
Durante la actual administración federal se han presentado una serie de diferencias, aunque la mayoría de ellas se han revelado hasta que los funcionarios han salido de la estructura gubernamental. Veremos hasta donde escalan estas diferencias nada diplomáticas y si las mismas merman las posibilidades de Ebrard de ser el candidato presidencial de MORENA o llevan a una consecuencia mayor.
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