¡Vaya que Felipe Calderón y su fallida Administración son retorcidos! Terminan él y su “gobierno” por donde debieron empezar. Es hasta el agónico final de su ocupación de Los Pinos que, en efecto, se hace de dos instrumentos que resultan básicos para una verdadera y efectiva guerra –como él mismo la bautizó– en contra de la delincuencia organizada. O casi toda, valga subrayar.
Por principio de cuentas –y ya se lo dijeron en todos los tonos, pero nunca entendió–, a los narcotraficantes debió atacárseles no sólo con la cuestionable “violencia legítima del Estado”, sino con acciones directas en donde más duele a todos: el lavado o blanqueo de los muy cuantiosos recursos que producen prácticamente todas las actividades fuera de la ley.
Apenas desde la semana anterior hay una también cuestionable legislación –aún no entra en vigor– con la que Hacienda y la PGR, pestañas del Gran Hermano orwelliano, van a entrometerse todavía más en las vidas personales de los ciudadanos, pues los grandes “lavadores” siempre encuentran como darle la vuelta a estos instrumentos jurídicos, no así el ciudadano, el contribuyente regular.
En todo caso, esos grandes lavadores pagan multas y continúan con sus operaciones como sucedió apenas en Estados Unidos—un ejemplo entre muchos– donde el banco Wachovia fue pillado lavando 380 mil millones de dólares que, dijeron, eran de narcos mexicanos.
¿Qué le pasó a esa institución bancaria? ¿Cuántos de sus funcionarios están en la cárcel?
Usted seguro sabe bien la respuesta. Wachovia pagó una multa irrisoria e inmediatamente fue desaparecida y sus negocios absorbidos por otro gran banco estadounidense, Wells Fargo, donde los detergentes y el cloro deben ser instrumentos de trabajo de uso común.
Aquí mismo, HSBC también fue encontrada culpable en tribunales del imperio vecino, de entrarle al “chaca-chaca” y al “Acapulco en la azotea”. ¿Qué sucedió? Otra multa y a encender la Hoover otra vez.
Los ciudadanos como usted y como yo, en cambio, tendremos qué explicar a la autoridad cualquier movimiento bancario, adquisición de inmuebles o hasta de un triste reloj, si a juicio de los funcionarios y vendedores resulta “sospechoso”.
Tal y como ya nos lo hacen con los depósitos bancarios en efectivo que superen los 15 mil pesos mensuales.
Medidas como estas son para “exprimir” aún más a los ciudadanos. De ninguna manera para combatir a los delincuentes y sus socios empresariales –sólo que ahora van a cobrar más caro la docena–, quienes seguro están celebrando que seguirán en el negocio del Vel Rosita. ¿Para qué atacarlos?
¿Por qué? En muchos casos son socios, ¿o no?
PENA POR LOS PENALES
De risa loca. Calderón y sus paniaguados presumieron en meses recientes que a ellos no se les había escapado ningún reo de los penales federales… por la sencilla razón de que no había penales federales.
Es hasta ahora, en los estertores del calderonato, que lo hemos visto y seguiremos viendo inaugurando centros de reclusión para aquellos pocos presuntos delincuentes que han sido capturados –muchos, la inmensa mayoría, aún no han sido juzgados– en la llamada “guerra” sexenal.
Los demás han sido acribillados, eliminados, desaparecidos, pues tal parece ser la orden de “limpieza social radical”.
Que esos penales no debieron construirse desde el inicio de la fallida Administración. ¿Por qué hasta el final?
¿Algún “bisne” de por medio? ¿Para acabar de llenar la hucha antes de que estos seis años culminen?
O quizá por aquella anécdota en la que cuentan que había un gobernador que, también al término de su gestión, se dio a la tarea de construir cárceles. Y que cuando fue interrogado de por qué mejor no construía escuelas, respondió: “Porque a la escuela está muy difícil que regrese, en cambio a la cárcel…”
¿Será que algún funcionario federal del presente va a inaugurar, desde adentro, las nuevas cárceles federales?
Índice Flamígero: Una semana ha durado ya el enredado caso de la ejecución del presunto Heriberto Lazcano, cabecilla de Los Zetas. Cada día agrega elementos que ponen en duda las capacidades de las fuerzas federales mexicanas, en este caso la Marina Armada, y la injerencia del gobierno de Estados Unidos. Ahora resulta que allá, en el norte, ya sabían que sí era “el Lazca”, desde antes de que se robaran el cuerpo de la funeraria. ¿Por qué no se lo confirmaron a Calderón? ¿Por qué lo dejaron cual blanco del ridículo durante siete días? + + + Ya sólo quedan 46 días para que iniciemos un nueva cuenta regresiva sexenal.