* Hace mucho perdimos de vista que esa sensación de vivir en libertad, de disfrutar y ejercer el libre albedrío, es más intelectual que física, es una actitud en la vida y ante la vida, que va más allá de los artificios del algoritmo y el tiempo real
Gregorio Ortega Molina
Ese binomio de inteligencia y artificial debe alertarnos. No es que la civilización occidental evolucione o involucione, sino que la modifican para cerrarnos espacios y puertas a la verdadera libertad.
La llamada de atención iniciada con el mayo del 68 -hace 55 años- coincide en sus exigencias con la clarinada de la primavera del 2023, durante los reclamos por las reformas en las edades de jubilación. El tiempo libre en una sociedad “ordenada” y culta como la francesa, es un Aleph -letal para el poder político- que nos permite ver a dónde nos conducen las exigencias económicas. Les resulta urgente reimpulsar el uso y abuso de esa inteligencia artificial.
Lo advierte Marcuse en Eros y civilización: “… la técnica de la manipulación en masa ha tenido que desarrollar una industria de la diversión que controla directamente el tiempo de ocio, o el Estado ha tomado directamente la tarea de reforzar tales controles”.
Aparece aquí la verdadera importancia y función del concepto de tiempo real e inteligencia artificial en los controles que el supra Estado debe establecer sobre los gobernados. Apuntó Marcuse: “El fluir del tiempo es el aliado más natural de la sociedad en el mantenimiento de la ley y el orden, el conformismo y las instituciones que relegan la libertad a una utopía perpetua; el fluir del tiempo ayuda al hombre a olvidar lo que era y lo que puede ser, hace que se olvide de un pasado mejor y de un futuro mejor”.
Así resulta inexistente toda posibilidad de una transformación benéfica, sea ésta la primera o la cuarta. Les resulta imposible vivir y controlar “su” presente, sin la denuncia constante del pasado y de quienes hicieron posible ese tiempo anterior, con sus beneficios y sus perjuicios. Para los actuales gobernantes es indispensable exhibir la vileza y la malicia ajenas, para no exhibir las propias.
El modelo educativo y las instituciones religiosas favorecen la perpetuación de esa ignorancia tan necesaria para la inexistencia de la libertad. Lo más importante es que hace mucho perdimos de vista que esa sensación de vivir sin ataduras, de disfrutar y ejercer el libre albedrío, es más intelectual que física, es una actitud en la vida y ante la vida, que va más allá de los artificios del algoritmo y el tiempo real.
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@OrtegaGregorio