Magno Garcimarrero
Corre la costumbre en boca del pueblo, cuando advierte alguna leve amenaza, de decir que eso nos hace lo que el viento a Juárez. Por eso cabe preguntarnos y si es posible contestarnos: ¿Qué le hizo el viento a Juárez?
Conviene aclararlo porque se escucha con frecuencia decir que la justicia, a ciertos sinvergüenzas, “les hace lo que el viento a Juárez”, así pues procedamos a tratar de dilucidar este asunto.
El 21 de marzo, como todo buen mexicano conoce, se celebran dos importantes eventos a saber: el equinoccio de don Benito Juárez y el natalicio de la primavera. Ninguno de los dos asuntos nos aclara qué le hizo el viento a Juárez, razón por la cual las desechamos sin ningún análisis más profundo.
En la azarosa vida de Benito (usamos el nombre de la manera más confianzuda, sin anteponerle el Don, para hacer notar que estamos hablando del personaje cuando era niño y encima indio), narrada por la profesora de segundo año de primaria, la única alusión que encontramos al viento es la de que el indio de Guelatao soplaba una flauta mientras cuidaba ovejas sobre islotes de tierra suelta que flotaban en un río, seguramente imaginario, porque recorrimos Guelatao en su busca y comprobamos que está más pelado y seco que el Bolsón de Mapimí, por lo que llegamos a la conclusión de que el rebaño, si lo hubo murió de inanición, aunque ciertamente el viento corre tan fuerte por esos rumbos, que bien pudo tocar la flauta sin necesidad de que hubiera un Benito pastor de ovejas soplando por la boquilla.
Suponemos que la soplada de flauta y el pastoreo de ovejas también son imaginarias, porque después de esa única referencia histórica, en ningún momento de su vida, sus biógrafos vuelven a mencionar la flauta ni el cuidado de borregos, por el contrario, el personaje adquiere un seño adusto propio y adecuado para busto de bronce, inicia sus estudios en un seminario con intenciones de hacerse cura, pero desiste de ello sin que la historia consigne el porqué, aunque suponemos que pudiera ser por los vientos de pederastia que soplaban intramuros.
Se hace abogado, se casa con la patrona para dar origen a los argumentos de telenovela donde la sirvienta acaba durmiendo con el patrón, llega a la silla presidencial en tiempos en que se gobernaba corriendo a salto de mata, y ordena curar de un archifuerte chorrillo al ya de atrás tiempo archiblenorrágico archiduque de Austria, Maximiliano de Habsburgo, para poder llevarlo sano y salvo al paredón en el Cerro de las Campanas.
Respecto a la muerte de don Benito Juárez García se corren rumores contradictorios, algunos afirman que murió de muerte natural: angina de pecho, otros aseguran que sus compañeros masones lo mandaron a matar, muerte que en esos tiempos también era natural; pero en todo caso el viento tampoco tuvo nada que ver en la defunción de tan preclaro héroe civil, a no ser que el infarto hubiera comenzado como un soplo en el corazón… lo que vendría a echar por tierra la intención del adagio que tratamos de dilucidar.
Ante la imposibilidad de llegar a saber ¿qué le hizo el viento a Juárez? Consideramos prudente cerrar esta sesuda investigación e invitar a nuestros lectores a que, si alguno tiene la información que requerimos, nos la haga llegar por este medio aéreo, siempre que esté bien abastecido de tiempo-aire.
M.G.