Mauricio Carrera
Qué flojera, qué flojera. Es tan amable la cama para no depender de la realidad. Estar así, calientito, encobijado, para no sentir los peces fríos de las obligaciones cotidianas, la arena helada de las deudas, la nieve acartonada de no dar pie con bola en esto que por falta de mejor nombre llamamos vida.