Manuel Zepeda Ramos.
Hace unos días, mi amigo músico, talentoso y emprendedor, me invitó por enésima vez a otro de sus esperados conciertos infantiles que tanta emoción me provocan: futuros músicos, entre cinco y catorce años le muestran al público asistente sus adelantos en el dominio del instrumento. Vemos a niños cantar o tocar instrumentos y cómo van evolucionando a partir de sus clases recibidas. Así, desfilan ante el público asistente, futuros violinistas, o pianistas o guitarristas o cantantes quienes, emocionados, nos ofrecen sus habilidades y sus padres o abuelos también nos emocionamos hasta las lágrimas con su talento que empieza a florecer.
Pero en esta ocasión fue diferente.
El director nos presentó desde el inicio del concierto a un compañero de generación, guitarrista como él, formados en la facultad de música de la Universidad Veracruzana, que también enseña a niños veracruzanos, estos de Papantla, en la iniciación y desarrollo para el manejo de un instrumento musical.
Empezó el concierto y los músicos, llegados desde Papantla de la mano de sus padres, empezaron a tocar sus instrumentos, poco a poco, unos más adelantados que otros, alguno acompañado de su papá que se atrevió a tomar clases junto a su hijo, a quienes vimos tocando la guitarra uno al lado del otro.
Fueron momentos muy emocionantes que llegaron al paroxismo cuando nos dijo el maestro guitarrista invitado que él radicaba en Guadalajara y que las clases que impartía las realizaba a distancia.
Un silencio pasmoso se apoderó del salón de concierto:
¡SI SE PUEDE!
Quiere decir que si hay un método desarrollado, un buen maestro, una conectividad adecuada y la posibilidad de recibir la señal en casa, el todo se organiza y la comunicación de ida y vuelta, se da.
Me da una gran alegría poder comprobar que dos maestros de guitarra, formados en la Universidad Veracruzana a quien le debo todo lo que he aprendido en asuntos de comunicación y difusión de la cultura, hayan podido establecer un vínculo de enseñanza, ahora a la distancia, en una disciplina como la música, capaz de despertar a edad temprana a un ser humano el gusto por conocer las notas que son fundamentales para su aprendizaje y que lleva atado, por supuesto, con el tiempo, el dominio de un instrumento musical que habrá de cambiar su visión del Mundo.
Me emociona y mucho; como cuando hace más de medio siglo y recién egresado de Educación Superior, me fui a la Sierra Madre de Chiapas a trabajar con mexicanos marginados junto a otros también recién egresados que queríamos devolverle a quienes todavía no lo recibían, algo de lo que pudimos aprender en la Universidad.
Estoy seguro que las facultades de arte de la Universidad Veracruzana -teatro, danza, música y artes plásticas-, y, por qué no, otras disciplinas del conocimiento que en la UV se imparten, habrán de estar escudriñando en cómo y con qué instrumentos que la tecnología ofrece -y la pedagogía necesaria y suficiente, por supuesto-, habrán de apoyarse para poder diseñar métodos que puedan ser ofrecidos a la enseñanza básica y media de Veracruz para que más niños y jóvenes del estado puedan acceder a este tipo de enseñanza que el desarrollo tecnológico ofrece.
Al tiempo.