Diversos desfiles militares han marcado la trayectoria del México independiente. Las calles de la ciudad de México entrañan un escenario inmejorable para poco más de dos siglos de jornadas relevantes en un entorno no siempre fácil, pero que sin duda alguna dibuja el temple de un pueblo que a pesar de tantas vicisitudes cuenta con motivos de sobra para refrendar el orgullo de forjarse no solo en los grandes momentos de su pasado, sino en el reto de sobrellevar su vida cotidiana.
Nuestros desfiles se remontan al México virreinal, en el cual los españoles conmemoraron cada 13 de agosto la caída de Tenochtitlán y la consumación de la conquista de la Nueva España en 1521, en el afamado “Paseo del Pendón”. Para nuestra rica memoria histórica queda la crónica que de dicho paseo ha dejado la pluma de Don Luis González Obregón en la paginas de “México Viejo”.
Al Paseo del Pendón le sucedió la entrada a la Ciudad de México del Ejército Trigarante el 27 de septiembre de 1821, desfile que selló la consumación de la independencia de México. No son pocas las representaciones artísticas y anécdotas que giran alrededor de dicha parada militar, en la cual incluso destaca que el futuro emperador Agustín de Iturbide, desvió el trayecto de la columna militar para marchar bajo el balcón de su amante, la bella y controvertida Güera Rodríguez.
Se agrega incluso que Iturbide desprendió una pluma de su tocado para hacerla llegar por medio de un ayudante a la güera quien de manera coqueta y escandalizando a la conservadora sociedad capitalina, la colocó en medio de su prominente escote. Ahí marcharon hombro con hombro las otrora tropas realistas de Agustín de Iturbide junto con los bravos surianos del general Vicente Guerrero, en suma, un ejército netamente mexicano.
Al desfile trigarante se añaden preponderadamente dos desfiles militares a lo largo aciago siglo XIX, el primero de ellos, la entrada victoriosa del ejército liberal que venció a Miramón el 22 de diciembre de 1860 en la batalla de Calpulalpan concluyendo la Guerra de Reforma. Al marchar, las tropas liberales cantaron la popular marcha “Los Cangrejos” que fue de facto el himno liberal y juarista, compuesta por el genial Vicente Riva Palacio, quien, a sus dotes de escritor, historiador, político, soldado y diplomático, se le añadió también la autoría de “Adiós Mama Carlota.”
Con esta última pieza que alcanzó enorme popularidad, las tropas republicanas no solo levantaron su moral, sino de manera ágil y ocurrente ridiculizaron a los imperialistas. En el sitio de Querétaro en 1867, desde las trincheras republicanas se cantaba a todo pulmón “Adiós Mama Carlota”, los imperialistas a su vez replicaban entonando “La Paloma”, aquella nostálgica habanera que fue la pieza favorita de la emperatriz Carlota de Bélgica.
En el desfile de 1860, fue particularmente vibrante como el pueblo vitoreo al joven general Leandro Valle, una de las espadas más destacadas del bando republicano y liberal. El “pelón” Valle fue hijo del Colegio Militar al igual que su amigo y compañero, el comandante conservador vencido en Calpulalpan, Miguel Miramón quien al inicio de su carrera militar destacó entre los alumnos que defendieron Chapultepec en 1847.
En 1867, tras el triunfo sobre la intervención y el imperio, las tropas republicanas al mando de Porfirio Díaz tomaron la Ciudad de México, en manos del enemigo desde 1863. Semanas después y bajo arcos triunfales, el presidente Juárez entró a la capital en un segundo desfile, dando paso al periodo de la República Restaurada.
A lo largo del porfiriato, se normalizaron las paradas conmemorando la gesta del inicio de la lucha de independencia, fue particularmente vistoso el desfile del centenario en 1910, primero en el cual se contó con la participación de contingentes históricos y delegaciones extranjeras. A lo largo de la cruenta revolución destaca la entrada a la capital, del Ejército Constitucionalista al mando del Primer Jefe Don Venustiano Carranza, tras la firma de los Tratados de Teoloyucan el 13 de agosto de 1914. Curiosamente el 13 de agosto fue la fecha del arriba mencionado Paseo del Pendón de las autoridades virreinales.
A la parada constitucionalista, se dio en diciembre de ese mismo 1914, la entrada de Villa y Zapata a la Ciudad de México, momento que quedó plasmado de manera preponderante en el imaginario popular mexicano. En 1921, se celebró el centenario de la consumación de la independencia, el país apenas salía de la etapa cruenta revolucionaria y aunque el desfile alusivo fue digno, no alcanzó la vistosidad de la parada de 1910.
Tras la revolución se normalizaron los desfiles militares del 16 de septiembre, en los cuales las fuerzas armadas dieron cuenta de su lealtad y profesionalización, un desfile extraordinario, fue en el cual se recibió con un caluroso recibimiento a la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana, el Escuadrón 201 marchó por las calles de la Ciudad de México el 18 de noviembre de 1945.
El desfile militar de este año conmemorando el aniversario 213 del inició de la lucha de independencia, al cual, a la participación habitual y despliegue de equipo y adiestramiento de hombres y mujeres del ejército, armada, fuerza aérea y guardia nacional, se añadió la celebración del Bicentenario del Heroico Colegio Militar.
Particularmente emotivo fue no solo ver a los jóvenes cadetes dando cuenta de la intachable trayectoria de su plantel, sino también tener la presencia de distinguidos veteranos desfilando a caballo. Lo anterior no solo refrenda una tradición centenaria en nuestro país, sino a su vez un motivo de orgullo, identidad y memoria histórica para el pueblo de México que con jubiló festejó un año más de nuestra icónica fiesta nacional.