Si escucha “Carlos Romero Deschamps” en lo primero que piensa es en la corrupción en Petróleos Mexicanos (Pemex).
No cualquiera dura como dirigente sindical de la petrolera mexicana casi 30 años.
Carlos Antonio Romero Deschamps fue líder del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM) desde 1993 hasta su renuncia el 16 de octubre de 2019, obligado por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Será recordado por tener un yate encallado en aguas de Cancún, Quintana Roo, por sus excentricidades y por aquella fotografía de su hija Paulina Romero Durán a bordo de un jet privado acompañada por sus perros.
Romero Deschamps era originario de Tampico, Tamaulipas, y fue electo por primera vez el 25 de junio de 1993, en sustitución de Sebastián Guzmán Cabrera, líder del sindicato a la caída de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, en enero de 1989.
Desde su renuncia, cuatro años antes de la conclusión de su último periodo al frente del STPRM, se mantuvo alejado de la política, en la que fue senador y diputado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), al más viejo estilo de la política mexicana.
El dirigente sindical era uno de los últimos dinosaurios de la época de Fidel Velázquez o de Leonardo Rodríguez Alcaine, líderes de la CTM que aparecieron históricamente en las fotografías de eventos obrero-patronales junto al presidente de la República en turno.
Ese era el estilo de la política mexicana.
Ese era el clásico de los políticos mexicanos.
A Romero Deschamps le fue leída la cartilla.
Tenía dos opciones: el retiro voluntario o la cárcel.
Optó por lo primero.
Andrés Manuel López Obrador tenía como prioridad Pemex y acabar con todo lo que oliera a pasado y el añejo dirigente sindical representaba eso.
Su retiro fue a cambio de dejarle en paz y no proceder legalmente en su contra, porque motivos y argumentos legales sobraban.
Aceptó irse en paz y dejar la petrolera en manos del gobierno lopezobradorista.
AQUEL PEMEXGATE
Ocurrido en 2001, el Pemexgate consistió en un desvío de mil 100 millones de pesos del sindicato petrolero a la campaña presidencial de Francisco Labastida Ochoa, candidato del PRI en las elecciones de 2000, cuando el tricolor perdió por primera ocasión en siete décadas la silla más importante de la política.
La orden de entregar ese dinero fue de Ernesto Zedillo Ponce de León, último presidente del PRI antes del inicio del nuevo siglo y quedó al descubierto precisamente cuando Vicente Fox Quesada, candidato del Partido Acción Nacional (PAN) ganó la presidencia al derrotar a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano y al propio Labastida Ochoa.
El PRI fue obligado a devolver cada uno de los millones de pesos que recibió y la escasez de recursos era evidente en sus instalaciones de Insurgentes norte, donde hasta en los baños faltaba el agua.
Romero Deschamps aguantó esa presión y fue partícipe del resurgimiento tricolor en 2012, con el triunfo de Enrique Peña Nieto, luego de doce años de gobiernos del PAN, con Vicente Fox y Felipe Calderón.
Romero Deschamps se llevó a la tumba toda la información de uno de los sindicatos más poderosos de la historia de la política mexicana y latinoamericana.
Descanse en paz.
Vámonos: Los fideicomisos desaparecieron… para aparecer a favor de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y de Comunicaciones.
Y eso que son distintos.
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