El territorio que hoy conforma el Estado de Morelos ha recibido a lo largo de su azarosa historia a infinidad de viajeros distinguidos. Esta notable relación ha sido particularmente documentada por el escritor e historiador José N. Iturriaga, autor de más de medio centenar de obras. Sin embargo, es poca conocida o recordada la presencia en Morelos de uno de los protagonistas del siglo XIX.
Grant nativo de Point Pleasant Ohio y proveniente de una familia estadounidense por los cuatro costados que tuvo su origen en migrantes ingleses que llegaron a Massachusetts en 1630, nació el 27 de abril de 1822. Hoy es recordado como el 18 presidente de los Estados Unidos en dos administraciones, como Secretario de Guerra del presidente Andrew Jackson, pero sobre todo como Comandante General del Ejército de los Estados Unidos bajo la presidencia de Abraham Lincoln y durante la cruenta Guerra de Secesión norteamericana, a Grant le correspondió mandar a los 2,500,000 hombres del Ejército de la Unión, derrotando al Ejército Confederado y recibiendo la rendición de Robert E. Lee el 9 de abril de 1865 en Appomattox. Esto ha colocado a Grant en la categoría de los grandes comandantes a lo largo de la historia militar.
Sin mucha vocación hacia las actividades familiares, ingresó en 1843 a West Point, donde se reveló como un jinete excepcional, ya como joven oficial peleó en la guerra entre México y Estados Unidos sirviendo bajo las ordenes de Zachary Taylor y Winfield Scott. Combatió con el primero en Monterrey y con el segundo en las operaciones en el valle de México. Después de la campaña mexicana, pidió su licencia del ejército, intento sin éxito hacer fortuna en la vida civil, y es hasta que estalló la guerra civil norteamericana que se reincorporó al ejército concurriendo a su cita con la historia y el destino.
Al dejar la presidencia se avocó a escribir su legendaria autobiografía que concluyó días antes de su muerte, fue una obra de gran éxito, con una notable recepción por parte del público y una fuente obligada para historiadores y militares. No sin cierta exageración, Mark Twain la consideró la obra más notable de su tipo desde los Comentarios de Julio Cesar.
Grant no pretendió ser un literato, lo que abonó a una obra amena y fácil de leer, con la simplicidad de quien redacta un parte militar, ahí relató la batalla de Palo Alto y la toma de Monterrey en 1846. Un año después las batallas en el valle de México: Contreras, Churubusco, Molino del Rey, Chapultepec y la ocupación de Palacio Nacional, que los norteamericanos denominaron los “Halls of Montezuma” y que se mencionan en el himno de su Cuerpo de Infantería de Marina. Grant se distinguió particularmente en Molino del Rey.
Sin embargo, es notable la descripción que hace tras la firma de los funestos tratados de Guadalupe Hidalgo de una corrida de toros, así como de una excursión junto con un grupo de compañeros de armas a las faldas del Popocatépetl y al territorio que hoy es Morelos a principios de 1848.
El recorrido inició en Amecameca de donde bajaron a Cuautla, ahí lo sorprendió el cambio del clima templado al calor del valle de Amilpas, le llamó la atención la abundancia de agua, así como los cultivos de café y caña de azúcar. Al estar en Cuautla, tropas mexicanas salieron a su encuentro preguntándoles porque se encontraban fuera del territorio autorizado por el armisticio, Grant les aclaró que estaban solo de paseo y los dejaron continuar rumbo a Cuernavaca con la asistencia de un guía mexicano. En el trayecto alabó la riqueza del paisaje y pronto llegaron a Tepoztlán, el cual describió como como un pueblo muy antiguo habitado por indígenas puros de los cuales pocos hablaban español.
Reseño las calles estrechas y las casas de piedra, pequeñas y de un solo nivel. Mencionó que ascendieron a una montaña que domina el pueblo y que ahí encontraron la “tumba de un rey antiguo” que el sitio y la memoria del “antiguo rey” eran muy apreciados y venerados por los habitantes del lugar, sin duda alguna hizo referencia al Tepozteco. De ahí partieron a Cuernavaca, lugar que curiosamente no le mereció mayor comentario más que mencionar que descansaron un día ahí.
Al salir de Cuernavaca hacia el sur, de nuevo fueron detenidos por fuerzas mexicanas que les inquirieron por qué se encontraban fuera de la zona autorizada, Grant y su grupo respondieron que solo querían conocer las maravillas del país, sin embargo, el comandante mexicano replicó que necesitaba pedir autorización a sus superiores y los confinó mientras tanto a la casa de una gran hacienda, Grant no especificó cual hacienda, me inclino a pensar que pudo ser Temixco o San Gabriel de las Palmas.
Pasaron un par de días y los norteamericanos descubrieron que el comandante mexicano no tenía prisa por dejarlos seguir su camino y entonces bajo su riesgo abandonaron la hacienda y se dirigieron a las grutas de Cacahuamilpa ya en el estado de Guerrero. El sitio les impresiono por las formaciones de estalactitas y estalagmitas, ahí concluyó la excursión y volvieron sin novedad a la Ciudad de México.
La guerra y la ocupación en México fueron fundamentales en la formación militar de Grant, pero también una experiencia que lo marcó a nivel personal moldeando valores que no solo son inherentes a las virtudes militares sino a la ética que debe regir a la condición humana, prendas que le dieron la estatura moral para evitar la desintegración de su patria, pero también para manifestar en su momento que: “No creo que haya habido una guerra más perversa que la que emprendió Estados Unidos contra México” así como también para afirmar que la guerra civil americana fue un castigo divino por la previa agresión a México.