Las protestas en Bolivia han alcanzado un nuevo nivel de tensión, a casi un mes de bloqueos indefinidos. Cientos de campesinos del trópico de Cochabamba han tomado el control de tres regimientos militares en respuesta a la intervención policial-militar a los bloqueos. En medio de esta crisis, el expresidente Evo Morales se ha visto obligado a pedir a sus seguidores que abandonen las carreteras y ha anunciado su intención de iniciar una huelga de hambre «para viabilizar el diálogo» con el Gobierno de Luis Arce.
El bloqueo de las principales carreteras del país se extendió durante más de 15 días antes de que las fuerzas policiales y militares intervinieran en Parotani, el epicentro de las protestas. Esta intervención, sin embargo, provocó la furia de las bases de Morales, que respondieron tomando cuarteles militares, robando armas y reteniendo a soldados. Morales admitió en una conferencia de prensa que «las bases rebasaron a las dirigencias», un claro indicativo de que ha perdido el monopolio del apoyo en el sector popular.
En su declaración, Morales abordó dos temas críticos para el diálogo: la escasez de dólares y combustibles, y la persecución de los dirigentes sociales. Este último punto está relacionado con un proceso judicial en su contra por una supuesta relación con una menor de edad, algo que ha alimentado el descontento entre sus bases.
La situación ha llevado a pérdidas económicas significativas. Aunque aún no se han calculado las cifras exactas, se prevé que el impacto en el sector empresarial supere los 300 millones de dólares debido a los bloqueos y el desabastecimiento en las principales ciudades.
El analista político Hugo Moldiz ha comentado que la prolongada protesta se debe al deseo de Morales de volver a la presidencia en 2025, a pesar de que la justicia podría no habilitarlo para un nuevo mandato. «Ojalá que Morales deponga su interés particular y personal. Tiene que entender que un proceso político pertenece siempre a un sujeto colectivo», enfatizó Moldiz.
La intervención policial comenzó en la madrugada del 1 de noviembre en Parotani, donde se encontraba el mayor punto de bloqueo del país. Las fuerzas de seguridad, apoyadas por soldados, utilizaron gases lacrimógenos y balas de goma para dispersar a los manifestantes, quienes respondieron con piedras y dinamita. Este enfrentamiento dejó a 19 policías heridos y a un fotoperiodista también lesionado.
La toma de cuarteles militares por parte de los seguidores de Morales ha sido vista como un acto de desesperación que busca provocar un derramamiento de sangre. «Esto sería políticamente perjudicial para el Gobierno de Arce», advirtió Moldiz, quien consideró que Morales ha cometido un error estratégico al no reconocer el cambio en el apoyo popular.
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