Luis Farías Mackey
¿Por qué publicitar lo que hubiera hecho si perdía en la Corte? No perdió. Como sea que haya sido, el triunfo era suyo, por qué, entonces, compartir que hubiese vuelto a someter al Congreso de la Unión y a la mayoría de los congresos locales a una nueva ignominia constitucional, con el castigo adicionado de prohibir el derecho humano laboral de liquidación a los ministros.
¿Qué necesidad? ¿Urgencia, acaso, de mostrar hasta dónde puede ser capaz de llegar? ¿Castigo a la afrenta al poder omnímodo? ¿No le fue suficiente la rendición? ¿Requería del expolio? ¿Urgía del escarnio?
El mensaje llegó, sin embargo, más allá del palacio de Justicia, nadie en el mundo entero ignora ya que en México no hay ley que valga, ni juez que la dirima.
El triunfo, no obstante, se antoja pírrico. No ganaron sus argumentos, ni siquiera los hubo de densidad de su parte. Ganaron un voto, algo que en éste su México vale lo mismo que un Yunes. Hoy tienen que organizar una elección sin pies ni cabeza, ni INE ni Tribunal capaces, sin recursos y en un México ensangrentado y fuera de la ley, con un vecino urgido de culparnos de su impotencia y locura, y con una masa clientelar hambrienta y sin posibilidades de satisfacción.
Noroña les precede y explica, su fruición y jactancia los desnuda y ubica. Ni duda cabe que la mayoría no aporta dignidad ni clase.
La noche ha caído sobre la patria tierra, su gélido aliento eriza la piel y el llanto de la madre llorona canta en la soledad de la noche.
Y todo esto pasó con nosotros
Nosotros lo vimos,
nosotros lo admiramos.
Con esta lamentosa y triste suerte
nos vimos angustiados.
En los caminos yacen dardos rotos,
los cabellos están esparcidos.
Destechadas están las casas,
enrojecidos tienen sus muros.
Gusanos pululan por calles y plazas,
y en las paredes están salpicados los sesos.
Rojas están las aguas, están como teñidas,
y cuando las bebimos,
es como si bebiéramos agua con salitre.
Golpeábamos, en tanto, los muros de adobe,
y era nuestra herencia una red de agujeros.
Con los escudos fue su resguardo,
pero ni con escudos puede ser sostenida su soledad.
Cantares Mexicanos 1523