ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
De doble cara. Así son la mayoría de los cuatroteros que hoy tienen a su cargo la Administración Pública Federal. Y, entre otras cosas, por tal es que la institución hoy es totalmente fallida, improductiva, pero eso sí autoritaria y exigente de los recursos de los medianos y pequeños contribuyentes.
En público, estos seguidores de AMLO se han mesado las barbas por el mentado neoliberalismo. Que dizque por oponerse a “grandes reformas por las que votó el pueblo” y bla, bla, bla.
Pero son ellos mismos quienes han estropeado y sabotean cualquier otra iniciativa legislativa o reformista que no salga de sus propios escritorios.
No se necesita remontar mucho en el tiempo para confirmar que tal es la tónica prevaleciente los últimos trágicos años.
Ahí está, por ejemplo, la muy avanzada reforma energética que el PRI propuso en los estertores del mandato de Ernesto Zedillo, y que los panistas echaron para abajo, sólo para proponer después otra que era regresiva –ponía en manos privadas y extranjeras los recursos naturales e instalaciones estratégicas–, y que nos vendieron como “el tesoro”, aunque nunca dijeron que tal no era para los mexicanos.
No se necesitaba mucha ciencia para afirmar que entonces la administración del país estaba partidizada. O más que eso: revestida de los odios personales de Felipe Calderón. Nada que hubiese tocado el PRI. Nada que oliera al PRI. Nada que produjera el PRI.
Todo ello, no obstante que el partido tricolor fue el que le abrió la puerta de atrás del Congreso el 1 de diciembre de 2006, y el que le ayudó a encaramarse en un cargo que le dio un Tribunal, no el voto mayoritario de los mexicanos.
Y la reforma energética del blanquiazul, como antes la propuesta por el tricolor, se fue al bote de la basura.
Mientras tanto el país que requería cada vez más energía eléctrica –hoy todavía insuficiente–, más recursos producto de la extracción y refinación de su oro negro, lo mismo que más combustibles se quedó en Babia.
De todos modos, en manos extranjeras
No obstante, en materia de energía eléctrica, por ejemplo, desde el zedillato hasta EPN los llamados productores independientes –en su mayoría extranjeros—eran quienes llevaban todas las de ganar.
La Comisión Federal estaba obligada a adquirir sus excedentes, por lo que dejó de producir electricidad en las grandes presas del sureste, causa principal de las inundaciones que casi cada año asuelan a gran parte del territorio de Tabasco y parcialmente de Chiapas.
En materia petrolera, durante mucho tiempo que empresas estadounidenses como Halliburton y Schlumberger, entre otras muchas otras, gozaban de los llamados “contratos incentivados” con los que no sólo se burlaba a la Constitución, sino a la propia empresa paraestatal, habida cuenta de que sólo devoraban millones y millones de dólares sin entregar resultados, cual sucedía en Chicontepec.
Otra privatización silenciosa de Pemex se dio vía los Pidiriegas, con los que se financiaban innumerables contratos de los llamados “llave en mano” y que estuvieron a cargo, but of course, de empresas de la iniciativa privada.
Banqueros, financieros, empresarios y un sector de la así nombrada clase política, presionaban empero para que la Constitución sea reformada para permitir que Pemex abriera sus puertas de par en par a los negociantes
Con EPN, privatización disfrazada
Para desgracia de México, llegó al poder Enrique Peña. Y con él su “Pacto por México” que entre otras incluía oooootra reforma energética.
El discurso oficial imperante no hablaba de privatización, sino de modernización, incluso de transformación, de la empresa.
Así lo decía el propio Presidente de la República en más de una ocasión, desde su propia campaña proselitista, y lo ha repetido en los dos últimos días.
En palabras del atracomulca, el objetivo era ayudar a la economía familiar; democratizar la productividad al reducir las tarifas de la micro, pequeña y mediana empresa; elevar la competitividad de la industria nacional y permitir la creación de mayor infraestructura e inversión para aprovechar los recursos petroleros del país.
Explicaba que las entonces paraestatales después convertidas en empresas productivas del Estado deberían ser más eficaces, transparentes, mayor rendición de cuentas, y ética corporativa.
Otro fracaso que, desde el inicio, Cuauhtémoc Cárdenas calificó de intento de privatización.
AMLO Vs. la Constitución
Luego de que la Corte declarara abiertamente inconstitucional la reforma a la Ley Eléctrica en 2021, López Obrador presentó su propia “transformación” en materia energética hace ya casi un año, el 5 de febrero de 2024.
No fue tan fácil redactar la iniciativa, pues sólo cabían dos o tres hipótesis: dirigir la reforma constitucional a sacar las manos de los jueces para impedirles opinar sobre algún negocio del sector energético…
…enderezar las baterías para limitar la inversión extranjera a todos los temas energéticos o de recursos no renovables…
…o sellar las fronteras del país para limitar los alcances de cualquier tratado comercial que permitiera la participación de empresas privadas en la generación o distribución de cualquier tipo de energía, o de recursos mineros o naturales.
En ninguna de las tres hipótesis cabía la razón jurídica o constitucional, a no ser que se quisiera producir otro bodrio jurídico que fuese nuevamente bateado por los jueces, hoy más engallados que nunca.
Entre otras razones, por ello en aquella misma conmemoración de la Constitución, AMLO también presentó su controvertida, chusca e inoperante en los hechos Reforma Judicial.
Ambas, entre otras 16, pasaron a un Congreso controlado por Morena ¡que las aprobó sin revisarlas siquiera!
Sheinbaum, participación mixta
Hace un par de días la Presidente Claudia Sheinbaum firmó las iniciativas de leyes secundarias a la reforma energética de su antecesor con las que ahora Pemex y CFE ya dejaron de ser paraestatales, empresas productivas, para volver a ser del Estado.
Son ¡ooootras seis nuevas leyes!, entre ellas la Ley de la Empresa Pública del Estado para Pemex y CFE, la Ley de Planeación y Transición Energética, y la Ley del Sector Eléctrico e Hidrocarburos, mismas que serán aprobadas sin chistar por las manadas legislativas de Morena y satélites que la acompañan.
Que habrá participación de la iniciativa privada en una proporción de 54% para las empresas estatales y 46% para quienes se atrevan a venir a invertir en ellas que ahora mismo están sobre endeudadas, prácticamente sin viabilidad y, debido entre otras cosas a la inseguridad física y jurídica en la que ya vive el país.
Hace diez años, la ameritada publicación europea Business France nos hizo llegar, a través de su directora Muriel Penicaud el siguiente recado: ninguna empresa francesa de mediana para arriba invertirá en hidrocarburos mexicanos, mientras exista ese nivel de violencia. Es la voz del Parlamento europeo.
Falta que escuchemos lo que al respecto diga Donald Trump.
Reformas van, reformas vienen y, mientras, tanto el país que requiere cada vez más energía eléctrica –hoy todavía insuficiente–, más recursos producto de la extracción y refinación de su oro negro, lo mismo que más combustibles está en Babia.
Indicios
“Es una reversión de la reforma de 2013”, dijo Sheinbaum sobre los cambios constitucionales con los que hace más de una década se abrió el sector a las empresas privadas. “Se recupera el sentido público de CFE y de Pemex como garantes de la producción de energía para el pueblo de México y la soberanía nacional”. A ver si es cierto. * * * Por hoy es todo. Reciba usted mi reconocimiento por haber leído este texto y, como siempre, mis deseos de que tenga ¡buenas gracias y muchos, muchos días!
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