México está en la antesala de una recesión. Una más. No es la primera ni será la última. Y todo gracias a los mediocres gobiernos mexicanos y, claro, a Mr. Donald Trump.
Bueno, los aranceles entran en vigor a partir de este martes, tal y como estaba anunciado. Ahora simplemente lo confirmó Trump.
Esto es el preludio de lo que está por venir: Un pez gordo de la política está por caer.
¿Rocha Moya, Américo Villarreal?
O, apuntando un poquito más alto, ¿AMLO?
Pero también está el asunto de los narcos.
El narco controla casi todo. Hasta la política.
Ahora bien, ¿también Estados Unidos acabará con este negocio?
No.
La potencia mundial actuará de acuerdo a sus intereses.
Claro, sus intereses globales.
Los negocios regionales aquí se quedarán.
Sí, como será el desenlace de Rusia vs Ucrania, teniendo como árbitro a Trump.
Obviamente todo es un show.
Si usted siente que tiene madera de comediante, métase de presidente.
O presidenta, para respetar la igualdad de género.
Lo serio es que se nos viene un gran problema con los aranceles.
Es que el anuncio de Donald Trump sobre la entrada en vigor de aranceles del 25% a México y Canadá marca un nuevo capítulo en su estrategia comercial agresiva. A pesar de las negociaciones en curso y los intentos diplomáticos de la administración de Claudia Sheinbaum y Justin Trudeau, el mandatario estadounidense ha dejado claro que no hay margen de maniobra.
Esta medida, además de afectar las exportaciones de sus principales socios comerciales, pone en riesgo la estabilidad del T-MEC y genera incertidumbre en sectores estratégicos como el automotriz y el agroindustrial, pilares del comercio entre los tres países.
Aunque algunos analistas, como Gabriela Siller, sostienen que estos aranceles podrían ser una táctica de presión y que al final serán pospuestos o eliminados, la realidad política y económica sugiere otro panorama. Trump ya ha impuesto medidas similares en el pasado y su postura de endurecimiento comercial, especialmente en un año electoral, responde a su base política.
Además, la amenaza de represalias por parte de Canadá y la posibilidad de que México busque alternativas en otros mercados podrían desencadenar una guerra comercial prolongada, afectando la competitividad de la región frente a Asia y Europa.
Más allá de los efectos económicos inmediatos, lo que está en juego es la credibilidad de los acuerdos internacionales y la confianza entre los socios del T-MEC. Si Trump sigue adelante con esta medida, enviará el mensaje de que cualquier acuerdo puede modificarse unilateralmente, lo que minaría la certidumbre para inversionistas y empresas.
México y Canadá deben prepararse para un escenario donde la diplomacia no sea suficiente y donde la diversificación de mercados y el fortalecimiento del comercio regional se conviertan en una prioridad para reducir la vulnerabilidad ante decisiones unilaterales de Washington.