José Luis Parra
En la Suprema Corte de Justicia de la Nación se despiden con lágrimas… de billetes.
La próxima reforma judicial promete cambiar el rostro del máximo tribunal del país, pero lo que no cambia –porque nadie quiere que cambie– es el sistema de privilegios que acompaña a nuestros ministros como si fueran próceres de la patria. Los nuevos se van a elegir por voto directo, pero los de siempre ya tienen garantizado su cheque vitalicio. Justicia social, pero solo para los suyos.
El dato es grotesco: más de 20 exministros reciben pensiones que harían sonrojar a un jeque petrolero. Y la lista crecerá porque este año se van ocho más, incluido el dream team de los bien pagados: Norma Piña, Luis María Aguilar, Jorge Mario Pardo y compañía. Todos bien servidos, bien indemnizados y bien blindados.
Con salarios superiores a los 200 mil pesos netos mensuales, más bonos, seguros, teléfonos y viáticos, estos “jubilados” seguirán exprimiendo el erario público mientras millones de mexicanos no alcanzan ni para el Metrobús. A eso súmele que muchos de ellos fueron nombrados por presidentes que hoy ven el país desde una residencia en Madrid o desde la sombra del desprestigio político.
En un país donde el salario mínimo es de 248 pesos al día, hay quienes recibirán 371 mil al mes por haber “servido” a la nación. Sirvieron tanto que se les premia de por vida. ¡Con razón quieren mantener el statu quo!
Suprema Corte, Supremo Club
La historia ya nos había advertido de esta lógica de castas. En 1994, bajo la batuta de Ernesto Zedillo, hubo un retiro masivo: 17 ministros entregaron toga y birrete. ¿La razón? Una reconfiguración institucional que, según el discurso oficial, buscaba modernizar al Poder Judicial. El resultado: mismos privilegios, nuevos nombres.
Hoy estamos ante otro corte de caja. El problema es que los privilegios no se tocan. En lugar de cuestionar el “haber de retiro”, se perpetúa. Cambian las reglas del juego para los nuevos, pero los de siempre se retiran con 80 o 100% de su sueldo, dependiendo los años trabajados. Algunos cobrarán más que la presidenta de la República.
Y si pensaba que el despilfarro terminaba ahí, prepárese: la Corte también destina miles de pesos a retratos al óleo para inmortalizar los rostros solemnes de quienes ya cobraron en vida su propia estatua. Porque en este país hay dinero para lienzos, pero no para medicinas.
Honor sin vergüenza
Mientras las madres buscadoras rascan la tierra con las uñas y los trabajadores del IMSS hacen milagros con jeringas vencidas, en la SCJN se celebra la vanidad con óleo importado. Así se construye el relato oficial de la justicia mexicana: con marcos dorados y sueldos de escándalo.
El ministro Arturo Zaldívar, que se llenó la boca hablando de austeridad, aceptó que le pintaran dos retratos por 110 mil pesos. ¡Ni Frida Kahlo cobró tanto por su propio autorretrato! Y para cerrar con broche de oro, sigue cobrando una pensión de 374 mil pesos mientras coordina la política con Claudia Sheinbaum. Retirado, pero vigente. O sea, doble sueldo, doble moral.
Justicia con rímel
La reforma judicial suena bien en papel, pero detrás del discurso democrático se oculta una constante: los privilegios no se tocan, solo se reparten. Se elige a nuevos ministros, sí, pero los viejos seguirán cobrando por los siglos de los siglos. Porque eso sí, los guardianes de la Constitución no se jubilan del presupuesto.
¿Quién se atreverá a cortar de raíz esta noble tradición de impunidad dorada?
La Suprema Corte ha servido bien… a sus miembros. Al pueblo, le debe explicaciones.
La toga no se lava con agua bendita
Muchos de los que hoy se despiden en agosto, deberían haberse ido hace años. Pero se quedaron, cobraron y ahora se jubilan como si hubieran ganado una guerra. ¿La justicia? Bien, gracias. La corrupción judicial, las sentencias a modo, los silencios comprados y las resoluciones al mejor postor siguen vigentes.
Pero eso sí: se despiden como héroes.