La insoslayable brevedad
Javier Roldán Dávila
Facebook y su pseudoconcreción de lo concreto: la selfie
Meta, antes Facebook, es un gigante tecnológico surgido en los Estados Unidos, mismo que tiene como objetivo fundacional (eso dicen), defender la primera enmienda constitucional de aquel país, o sea, la Libertad de Expresión.
Sin embargo, los lineamientos morales de dicha red social (pomposamente llamados ‘normas comunitarias’), suelen ser harto selectivos, por un lado, además, relajados, por el otro.
Los discursos de odio (entiéndase como insultos más amenazas de toda laya, contra los que publican contendidos de opinión), son permitidos por los algorítmicos jueces, pero, aquellos que acumulen un historial de publicaciones con información confirmada, datos duros pues, son castigados bajo la presunción de publicar spam.
Tartufo, el sistema bloquea una publicación y pide, de ser el caso, enviar un comentario con la idea de señalar la inconformidad ante la arbitrariedad, lo cual, en realidad, es una engañifa, nunca hay respuesta. Dijera el clásico: ¡pura agarradera de pendejo!
En suma, el idolátrico algoritmo, se asume como el Savonarola que determina que puedes, o en el peor de los casos, que debes publicar, lo cual, en términos prácticos, busca crear una atmósfera idílica, un narcotizado mundo feliz.
Con alrededor de 3 mil millones de usuarios, la ‘nación’ Facebook, hace que George Orwell y Aldous Huxley, sean autores proféticos y, si nos apuran, costumbristas. ¡joder!