La Ciudad de México atraviesa un debate encendido sobre gentrificación. En medio de protestas y tensiones en barrios como Roma–Condesa, el Gobierno capitalino presentó el Bando Uno: “Por una Ciudad Habitable y Asequible, con Identidad y Arraigo Local”, con el que busca frenar el desplazamiento y proteger a inquilinos.
La intención es legítima; el resultado, hasta ahora, es un clima de confrontación que rompe la cohesión social precisamente donde más se necesita.
El problema es más profundo que una consigna y no se resolverá con un “bando” si no se acompaña de políticas integrales, viables y aplicables. (jefaturadegobierno.cdmx.gob.mx)
El Bando Uno plantea 14 acciones: desde una Defensoría de Derechos Inquilinarios y una Ley de Rentas Justas y Asequibles, hasta la creación de un Observatorio de Suelo y Vivienda y foros de diálogo.
El paquete también habla de ampliar vivienda pública y estabilizar incrementos de renta. En papel, la hoja de ruta toca puntos sensibles; en la práctica, ha sido comunicado bajo un marco de “buenos contra malos” que escala la disputa y reduce la conversación a bandos.
Ese tono, replicado en redes y foros, cierra espacios para acuerdos y para la responsabilidad compartida de autoridades, desarrolladores, anfitriones de corta estancia y vecinos. (jefaturadegobierno.cdmx.gob.mx)
La calle refleja la tensión. Tras una primera movilización, se convocó a una segunda marcha contra la gentrificación para el 20 de julio; en redes circularon videos y llamados que elevaron la temperatura del debate y, en algunos casos, derivaron en episodios que dañan la legitimidad de causas vecinales.
La radicalización de consignas —de un lado y del otro— deja poco lugar para la complejidad del tema y termina estigmatizando barrios completos. (infobae)
El fenómeno tampoco puede leerse sin su historia urbana. Desde el Bando 2 (2000), la política de repoblamiento de zonas centrales incentivó inversión y densificación en ciertos corredores, pero también generó un patrón de encarecimiento y exclusión en colonias con alta accesibilidad y oferta de servicios.
Dos décadas después, los fundamentos no resueltos —suelo habilitado, reglas claras, incentivos correctos y oferta suficiente de vivienda asequible— siguen pesando sobre los precios y sobre la convivencia barrial. (El Universal)
A esta inercia se sumó, en los últimos años, la expansión del alquiler de corta estancia. En 2024 el Congreso capitalino aprobó limitar a seis meses al año la renta a través de plataformas digitales y crear un padrón de anfitriones; sin embargo, la implementación quedó atorada por amparos y litigios.
El limbo regulatorio deja la puerta abierta a la incertidumbre: los residentes ven presionados los precios de renta y los anfitriones operan sin certezas, mientras la ciudad pierde la oportunidad de ordenar un mercado que ya existe.
La solución no es prohibir, sino hacer cumplir reglas operables, con inspección, sanciones y transparencia. (El País)
En este contexto, algunos datos de redes sociales muestran que la mayoría de reacciones son negativas hacia el Bando Uno, al que se percibe como electoral y polarizante; además, episodios de violencia en marchas restaron legitimidad a la causa. Este clima, lejos de tejer acuerdos, fractura la cohesión vecinal y bloquea soluciones de fondo. Más que ganar la conversación del día, el reto del Gobierno es ganar la ciudad: reglas que funcionen, datos públicos, trámites ágiles y vivienda para todos los bolsillos.
¿Qué ciudad debemos promover?
1) Más y mejor oferta, no solo control de síntomas. La capital necesita producir vivienda asequible donde hoy están las oportunidades: corredores de transporte, zonas con servicios y polos de empleo. Establecer cuotas obligatorias de vivienda social en proyectos nuevos junto con financiamiento mixto y suelo público bien gestionado, puede ampliar opciones sin expulsar a residentes.
2) Regulación efectiva del alquiler temporal. El marco aprobado en 2024 debe operar de verdad: padrón verificable, límites por polígono, verificación periódica y sanciones proporcionales. La claridad regulatoria cuida a los residentes, da certeza a los anfitriones y evita la informalidad. Aquí el Bando Uno tiene una oportunidad: pasar del anuncio a la aplicación medible.
3) Tramitología ágil a cambio de compromisos sociales. Una ventanilla única con plazos máximos para proyectos que cumplan cuotas de vivienda asequible, criterios ambientales y espacio público de calidad. Menos discrecionalidad, más predictibilidad. La ciudad no puede pedir inversiones responsables si responde con opacidad y tiempos inciertos.
4) Defensoría de inquilinos. Mediación, arbitraje expedito y apoyo jurídico real para inquilinos; seguros de renta y mecanismos de resolución rápida para propietarios. Proteger sin desalentar la oferta es posible si se alinean incentivos.
5) Observatorio con datos abiertos. Precios, inventario, usos de suelo y estancias cortas deben estar en tableros públicos y actualizados. Sin datos, la discusión se convierte en eslógan; con datos, se vuelve gestión.
6) Mesas barriales permanentes. Vecinos, comerciantes, anfitriones, desarrolladores y autoridades en acuerdos por polígono con metas trimestrales y revisión de resultados. La gobernanza de proximidad construye confianza y desactiva narrativas de “ellos vs. nosotros”.
7) Comunicación no polarizante. El Gobierno y las voces públicas deben cambiar el encuadre: de la culpabilización a la responsabilidad compartida. El mensaje central no es “contra quién vamos”, sino a favor de qué ciudad: una donde vivir cerca del trabajo sea posible, donde el barrio permanezca vivo, con espacio público cuidado y reglas que se cumplan.
El desafío de CDMX no es elegir bando, sino diseñar y ejecutar una política que aumente oferta, ordene mercados y proteja a las personas.
Si el Bando Uno quiere estar a la altura de su ambición, tendrá que traducirse en hechos verificables: más viviendas asequibles terminadas, plazos de permisos que se cumplan, un padrón de estancias cortas que realmente opere y una reducción medible de conflictos barriales. Lo demás es ruido.
La ruta es clara: pasar de la consigna a la implementación; de la confrontación a la cohesión; del anuncio al resultado.