José Luis Parra
En política, como en la biología, las especies más pequeñas sobreviven si aprenden a mimetizarse. Y el Partido Verde ha sido un experto en la materia: ora se pinta de rojo, ora de guinda, pero siempre termina del lado del presupuesto. No tiene ideología, tiene contrato. No tiene principios, tiene mochilas.
El episodio del diputado Mario López en la frontera—visa cancelada y celular decomisado por las autoridades gringas—no fue un accidente migratorio, fue un mensaje. Uno de esos que no llevan remitente pero sí destinatario. Y en este caso, los destinatarios son los que han comenzado a fantasear con un Verde autónomo, separado de Morena, como si eso fuera posible sin consecuencias.
En el cuartel general del tucán lo leyeron clarito: si se mueven, no salen en la foto. Y si se mueven mucho, la foto puede ser desde una embajada… o desde el Reclusorio.
Lo cierto es que el Verde anda sobradito. Después de años de ser el patiño del partido dominante, ahora se cree en condiciones de poner condiciones. Jorge Emilio González, eterno joven maravilla, y Manuel Velasco, eterno candidato a algo, escuchan con oídos golosos a quienes les venden la idea de que el Verde puede ser el nuevo refugio de los desencantados del lopezobradorismo. Como si el oportunismo fuera una virtud electoral.
Y ojo, que hay quienes creen en esa narrativa. Entre los votantes menos politizados, el Verde no huele mal. Al contrario: es simpático, juvenil, regala mochilas, tiene un tucán animado y nunca ha tenido un presidente que nos decepcione… porque nunca ha tenido un presidente. Tampoco una idea propia, pero eso ya es pedir demasiado.
El problema es que en la política de la 4T, cualquier intento de alzarse del banquito se paga caro. Hoy fue Mario López. Mañana, ¿quién?
En San Luis Potosí, el experimento con la senadora Ruth González empieza a salir defectuoso: nepotismo, ambición desbordada y una negativa a aceptar que no siempre se puede suceder al cónyuge sin que se note demasiado. En Quintana Roo, el pleito es con Palacio Nacional, que quiere imponer a Rafael Marín. Jorge Emilio, en modo soberano, dice que no. En Zacatecas quieren imponer candidaturas frente a los Monreal, como si no supieran lo que pasa cuando se patea un avispero con el logo de Morena.
El Verde está estirando la cuerda. Pero debería preguntarse cuánta tensión puede resistir antes de que el hilo se rompa. Porque este Verde de fantasía, que cree que puede volar solo, no tiene alas: tiene una correa. Y esa correa está bien sujeta en el cinturón de Palacio Nacional.
Lo de Mario López fue apenas un jaloncito.