Día de Muertos. Y ya hay quienes “velan” el cadáver insepulto en el que, por hablantín, por protagónico, acaba de convertirse el yucateco Emilio Gamboa. Y es que apenas este martes, en las vísperas de lo que algunos dicen es el día para conmemorar a los “muertos chiquitos”, el todavía coordinador de la bancada senatorial priísta se lanzó al ruedo y, sin capote ni muleta, soltó ante el respetable que el Presidente Electo tiene ya lista su propia reforma laboral. Casi casi que “fuchi” a la que en septiembre le enviara a la Cámara Alta el ya saliente Felipe Calderón.
¿Transición de terciopelo?, preguntamos muchos al enterarnos de “la estrategia” peñista revelada así por Gamboa. Mmmm. No está mal: “darle atole con el dedo” al todavía ocupante de Los Pinos. Decirle que sí, pero al final que siempre no. Que ¡toma tu “reformota”! Que la mía es mejor, más amplia y…
Buena mareadota al michoacano involuntariamente trepado al volantín del mexiquense, ¿no cree usted?
Pero hete aquí que no. Que Gamboa se fue de la lengua –como lo hiciera aquella tarde del sábado 3 de octubre de 1987 cuando alentó la especie de que “el tapado” de Miguel de la Madrid para sucederlo llevaba las iniciales SG, y no pocos se fueron con la finta de que “el Bueno” era Sergio García Ramírez y otros, más despistados todavía, creían que saldría de la Secretaría de Gobernación– y que, tras escuchar su zarandaja, esa de que Peña ya tenía lista su reforma laboral, por todas partes todos los priístas se preguntaban porque el yucateco dijo lo que sus escribas ahora dicen que no dijo. Sus palabras, empero, están grabadas.
Primero en reaccionar fue Manlio Fabio Beltrones a quien escuché por la radio poner “cara de what!”.
Luego, imagino, reunión de emergencia del propio Beltrones con Enrique Peña Nieto donde se aclararon paradas y se ratificó el apoyo tricolor a la mayor parte del contenido de la iniciativa que, en calidad de preferente, presentara Calderón.
¿Iría Gamboa a esa reunión? Lo más seguro es que no. Lo casi exacto es que lo enfriaron.
En Día de Muertos, Gamboa está “helado-paleta”.
Y todo por la ¡bomba! yucateca que resultó ser de sal(i)va.
EL GOBERNADOR, QUERETANO
Hace unos días le comenté aquí que, ante mi pregunta si era o no real que dos o tres gobernadores dejarían su cargo apenas empezara el sexenio peñista –cual “castigo” a su malos resultados electorales–, un muy cercano colaborador y amigo del señor Peña Nieto me había respondido que “uno, sólo uno” dejará de ser mandatario estatal.
Y hoy estoy en condiciones de darle sus iniciales.
Se trata de J de José, C de Calzada y R de Rovirosa.
Y no, no es castigo –pese a todo, en su entidad, Querétaro, sí ganó el hoy Presidente Electo. Es premio. Viene a ocupar una cartera en el gabinete.
Luego le digo cuál.
Por cierto que la gabinetitis no solo es el pasatiempo que los asistentes a bares y cafés practican en esta época, sino es también una enfermedad que sale a flote cuando algunos políticos inactivos pretenden aparecer en medios, cilindreándose a sí mismos, cual es el caso del “mil usos” José Antonio González Fernández, quien a su paso “fulgurante” por diversos cargos obtenidos –más que por méritos propios, gracias al entonces “vicepresidente” Liébano Sáenz, su amigo, protector ¿y socio?– dejó un fuerte tufo de corrupción, sobre todo a su paso en la PGJDF (donde hubo un escándalo por la turbia licitación de equipos de cómputo), en el ISSSTE y en la Secretaría de Salud, dependencias de las que fue titular.
De ser cierto el rumor que corre acerca de su posible designación como Secretario de Seguridad Pública, primero tendría que librar la prueba de confianza que se aplica a los servidores públicos en dicha dependencia, ¿o no?
Índice Flamígero: Ya comienza a sentirse el poderío de Atlacomulco. Banobras, organismo al que el bien recordado profesor Enrique Olivares Santana bautizara como “el banco del Federalismo”, recién otorgó un empréstito de 3 mil 200 millones al constructor favorito de EPN –quien además le prestaba aviones y helicópteros– para una obra en Naucalpan, Estado de México, but of course. + + + Dentro de 28 días se acaba la pesadilla blanquiazul. No nos cansemos de dar gracias a Dios.