De pronto se puede llegar a pensar que, como el personaje Arthur Carlson en la novela de Taylor Caldwell, Donald Trump está haciendo todo lo posible por despertar a Estados Unidos y al mundo del sueño en el que han caído.
En la novela el abogado del diablo, el personaje de Carlson llega a la conclusión de que la única manera de hacer despertar a una sociedad controlada, subyugada, mediocre y apática, es por medio de las injusticias y, desde su lugar en el poder, crea junto con el personaje principal de la novela, Durant, una serie de medidas de presión que someten a los humanos al más bajo nivel de humillación logrando, con ello, hacerlos despertar hasta que por medio de una revolución logran liberarse del yugo; muriendo Carlson a manos de su propio pueblo que lo ve como la imagen misma de la injusticia, un sacrificio realizado en aras de un bien mayor y solo pensando en el despertar y el bienestar del mundo y de su pueblo.
De otra manera uno no se explica las decisiones y acciones del nuevo gobierno estadounidense cuando no ha cumplido ni dos meses, la serie de medidas injustas, los nombramientos, o intentos, de personas contrarias al espíritu del cargo que tomaran y los desvaríos verbales o twitteros hacen pensar que la única razón de todo esto es levantar al pueblo por medio de la indignación, claro que para esto tendríamos que esperar un alto nivel de moral, inteligencia y sensibilidad que obviamente el señor Trump no tiene. Así que en realidad esto no debe ser más que la comprobación que Mr. Trump, en caso que lo dejen, puede hacer con su país lo mismo que hace con sus “grandes” negocios, quebrarlos. El solo hecho de ver la manera en que saluda de mano a diferentes presidentes, creyendo que son clientes o socios a los que les va a vender camiones con sus cortes de carne marca Trump, muestra que está perdido.
El caso es que ya sea de manera consciente o inconsciente el señor está logrando despertar a su pueblo, vemos día a día muestras de resistencia contra las arbitrariedades en diferentes áreas de la sociedad, igualmente, Estados Unidos muestra visos de confirmar ser una nación donde sus instituciones pueden ser un contrapeso a los tiránicos deseos de su presidente, cosa que tiene que demostrarse precisamente en estos momentos y que no es asunto menor visto desde la perspectiva de países como el nuestro, donde las instituciones no son más que agencias de colocación y enriquecimiento para familiares y amigos de la administración en turno.
Trump comienza a verse acorralado, ahora además se agregan escándalos de traición que hacen ver el caso Nixon y el Watergate como un juego de chismes, caso por el cual se ve difícil que hasta sus más férreos seguidores lo apoyen, parecía que todo le podían perdonar a Trump sus grupos de apoyo, pero en su soberbia se le olvidó que la Rusofobia es, en su país, tal vez más fuerte que el racismo del que tanto se colgó para llegar al poder. Sus fans pueden aplaudirle que no quiera latinos ni musulmanes, y como dijo él en su campaña, hasta perdonarle que le dispare a una persona, pero no van a permitir un presidente amante de los rusos, tantas películas dieron resultado después de todo.
Jorge A. Barrientos