Luis Farías Mackey
La gran noticia, sólo equiparable a su triunfo y toma de posesión, es que Claudia Sheinbaum fue recibida por unas huestes acarreadas en el aeropuerto de Guadalajara, Jalisco.
Sombrero charro, ramos de flores, mariachis, selfies, abrazos, porras, fotos, videos y llanto.
¡La apoteosis!
¿Y luego?
Todo parece indicar que se regresó.
Tiempos hubo en que los presidentes viajaban por el país para entregar o iniciar obras, anunciar una política pública, hablar con grupos diversos sobre temas de interés local, poner orden de ser el caso, anunciar inversiones, atender desastres, o simplemente compartir escucha y solidaridad con los pobladores.
Pero la presidente, que tiene que aclarar que ella sí manda y no quien vive en Palenque, viaja a Guadalajara a hacer un performance mediático aeroportuario.
Poco importa que el mensaje no sea mensaje, que pruebe lo contrario de lo que quiere hacer creer y que su viaje resulte más falso que una mañanera del pueblo.
Sus comunicadores están de plácemes, sus voceros en brama y sus bots cobrando horas extras.
Vayámonos acostumbrando que a partir de hoy ir a un aeropuerto será todo un acontecimiento nacional y noticia global.
Se llama aldeanismo.
Acostumbrémonos.