• Francisco y la Teología de la Liberación
• Una fuerte reclamo a la clase política
El primer viaje del Papa Francisco, en su pontificado apenas inaugurado hace 4 meses y medio, va dando esperanza a muchos católicos y no católicos liberacionistas. Elige a Brasil, el mayor crisol de las contradicciones económicas, sociales y “religiosas”, para emitir una serie de contramensajes que implican una ruptura con el conservadurismo clerical, aliado del poder económico y manipulador de la conciencia de millones de fieles, en asuntos tan sensibles como el aborto, el sexo, el matrimonio entre parejas del mismo sexo, la eutanasia, la pedofilia, la pederastia, el machismo masculino y femenino, entre otros asuntos.
Pero por ahora, en Brasil, en la favela, donde se materializa el egoísmo humano, la injusticia, la ausencia de solidaridad y de compasión, Francisco ha dado mensajes políticamente incorrectos, como el nombre del programa de mi amiga Nora Patricia Jara.
Pese al explicable agnosticismo de ciertos núcleos de opinión de pastoralistas progresistas, el Pontífice envía mensajes antiinstitucionales, desacralizadores de lo que los papas conservadores han consagrado. Símbolismos, como no vivir en la habitación del rey, en el Vaticano; de no calzar las bizantinas zapatillas rojas tachonadas de piedras preciosas del pontífice, o los fastuosos ornamentos papales, o viajar en el urbano o en el Subterráneo, entre otros, se han extendido a Brasil, tierra de clérigos muy progresistas y por tanto condenados por Roma.
En Brasil, en Río de Janeiro, en Sao Paulo, pero sobre todo en Aparecida, Francisco reconcilia con su presencia y su palabra a la estructura clerical de la Santa Roma con la teología de los pobres (Aparecida fue la sede de la asamblea del Consejo Episcopal Latinoamericano en 2007, en donde los obispos del subcontinente se comprometieron a trabajar específicamente con los pobres, y el cardenal Jorge Bergoglio fue el jefe redactor del Documento en donde los obispos plasmaron sus compromisos).
Ahí, con su sola presencia, el Papa reconcilia a la Santa Inquisición de Benedicto XVI con la Teología de la Liberación, hija del teólogo peruano Gustavo Gutiérrez y los teólogos brasileños, perseguida por los papas y especialmente por su antecesor, Ratzinger (Benedicto XVI).
Algunos podrán afirmar que la actitud del Papa es meramente mediática y que no se sustenta en la congruencia evangélica. Es posible. Pero el escribidor escribe de lo que mirando y oye. Y es reveladora de un cambio verdadero la sola presencia papal en el Brasil de las más hirientes contradicciones, y en un momento, cuando cientos de miles de jóvenes manifiestan su inconformidad no con una dictadura, sino con un gobierno progresista, emanado de los movimientos de los trabajadores y de las mazmorras de la dictadura de los años 70.
El viaje de Francisco aparece así inspirado en los compromisos de Aparecida, cuya abuela es la Teología de la Liberación. Propone una espiritualidad solidaria, comprometida en la construcción ya no de una sociedad justa, sino de una sociedad de la compasión, de la solidaridad, del amor. No me gusta la palabra Revolución, porque está más prostituida que un político. Pero después de la visita papal, la clerecía latinoamericana entrará en una crisis no sólo política sino de identidad.
Y la clase política latinomericana (por supuesto, la mexicana) quedará al desnudo, descubierta en su más íntima perversidad, luego de una lección rupturista ¡y venida de un liderazgo espiritual que rompe con sus propios abusos y costumbres!
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