La Real Academia Española (RAE) no reconoce en su Diccionario el término adéndum que tan popular se ha vuelto aquí en los últimos días. Incluye el lexicón regio de nuestro idioma, eso sí, la palabra adenda, a la que da significado de apéndice.
Ahora que, de acurdo a la Wikipedia, adenda proviene del latín addendum dobadum errata, y es todo aquel añadido que se agrega a un escrito. Apunta, asimismo, que si se quiere usar la forma latina (desaconsejada por la RAE,) se dirá addendum, para el singular; y addenda, para el plural. Usemos pues aquí adenda, que mexicanizado ha quedado en los encabezados de los medios como un adéndum del todo incorrecto.
Y hubo adenda, ayer, al Pacto por México. Un adenda que se da a partir de las denuncias panistas por el uso de los programas asistencialistas –con recursos de los contribuyentes– para beneficio electoral del partido en el poder federal, el PRI.
Y, ¿cómo no?, hubo discursos en el republicano recinto que es el Palacio Nacional.
El de la izquierda cómoda, representada por Jesús Zambrano, que lo evidenció como el verdadero apéndice –órgano del todo inútil, anatómicamente– de la nueva institucionalidad.
El speech, también, del nuevo maestro del retruécano, César Camacho, quien en su calidad de dirigente formal del PRI aceptó los “errores” de sus correligionarios, pero también repartió culpabilidades y responsabilidades a los demás partidos que, cuando están en el poder –federal, estatal, municipal– también aprovechan el gasto social, que es dinero de los contribuyentes vale reiterar, en beneficio de sus candidatos a puestos de elección popular.
Y el del denunciante, Gustavo Madero, que como dirigente del PAN fue usado por el neopanista Miguel Ángel Yunes para satisfacer sus frustráneas ambiciones políticas que –a diferencia de las económicas, esas sí muy colmadas- nunca han llegado a buen puerto.
Un adenda, pues, para incluir lo que por cuestiones de olvido voluntario, distracción o a partir de la obtención de nuevos datos –ni tan nuevos, la mapachería electoral está en el ADN de todos los partidos–, no se encontraba en el documento principal del Pacto por México.
APENDICITIS
En todo esto, el verdadero apéndice ha resultado ser el Partido de la Revolución Democrática.
Como apéndice es que actúa su dirigencia burocrática dominada por la corriente de los llamados “Chuchos”.
Se vio, apenas, cuando se agregó a la denuncia del PAN por los ya muy conocidos hechos de Boca del Río que, por cierto, no es la capital de Veracruz.
Como apéndice también fue su actuación ayer en la ceremonia pactista celebrada en el Palacio Nacional, donde la verdadera voz cantante, realmente oposicionista, fue la del panista Madero, habida cuenta de que en ello también le va su permanencia al frente del blanquiazul.
Con 24 años de historia, ya sin sus figuras paradigmáticas –ni Cárdenas, ni Muñoz Ledo, ni López Obrador– a este PRD de “los Chuchos”, para sobrevivir, sólo le queda pegarse a la ubre gubernamental, a la que de vez en vez, para simular y disimular, da pequeños topes, topesitos, como los de ayer en la firma del adenda.
¿Para qué sirve el apéndice, en todo caso?
Fisiológicamente, ahora, el apéndice es un órgano que puede ser extirpado desde temprana edad sin generar efectos adversos en la salud del ser humano o, en este caso, de la res publica, porque hasta el momento no se ha identificado que desempeñe una función importante.
Y hay que extirparlo, sí, antes de que se inflame, y por tal provoque dolor abdominal agudo en el lado inferior derecho del Pacto por México.
Triste papel el de los perredistas.
Sin pudor, se muestran cada vez más cual meros añadidos, agregados, ¿adéndums?, apéndices de la oficilidad.
Triste. Muy triste, ¿o no?
Índice Flamígero: El empresario Alejandro Martí busca más tribunas, más reflectores, más aplausos. Ahora exige que la llamada sociedad civil –o sea, él y sus compañeras de andanzas, la señora Wallace y la señora Morera– participe en el Pacto por México.